jueves, 22 de octubre de 2015

DINERO Y SEGURIDAD



Solo el avaro avejentado, desaliñado y enfebrecido de placer mientras acaricia al contarlos sus centenarios de oro es feliz por tener dinero, porque sus columnas de monedas se levanten sin parar.
Para los que el dinero sea un bien de trueque, tener mucho le permite cambiarlo por bienes de consumo, servicios y caprichos que hagan más placentera la engorrosa tarea de vivir.
A esas personas normales, el dinero les da seguridad de que, en imprevistas situaciones de necesidad, podrán cambiar sus billetes o monedas guardados para acceder a los satisfactores que necesite.
Por eso, el que tiene dinero prioriza tenerlo a buen recaudo por encima de emplearlo para aumentar su fortuna.
En situaciones normales el que tiene dinero suele depositarlo en un banco que, además de custodiarlo con menos riesgos que en el propio domicilio, suele pagar un porcentaje por negociarlo mientras lo guarda.
Pero, ¿y si los gobiernos encargados de garantizar la seguridad que los bancos ofrecen, titubean al anunciar planes que podrían poner en peligro la seguridad de que el ahorrador dejará de disponer libremente de sus ahorros?
Llega a la conclusión de que la disponibilidad de sus fondos está más garantizada en su casa que en el banco.
Lo que pasó en Grecia y antes en otros países, en los que los ahorradores retiraron sus depósitos bancarios antes de que la amenaza del gobierno de modificar las condiciones en las que fueron depositados cambien para alterar su disponibilidad.
Si un probable gobierno futuro anuncia medidas que modificarán las condiciones bajo las que los fondos fueron depositados en los bancos, dejarlos en ellos no es temeridad. Es insensatez.