miércoles, 3 de mayo de 2017

LAS LENGUAS AUTONÓMICAS

Cuenta la biblia algo así como que, cuando la humanidad se había vuelto a multiplicar después de lo del Diluvio, se pusieron a levantar una torre tan alta donde guarecerse sin miedo a que otro diluvio divino pudiera ahogarlos.
El mandamás de los mandamases, que lo era porque sabía mas que todos los que sabían menos juntos, sonrió de medio lado, le brillaron con picardía los ojos y dijo; se vais a enterar”
Y lo que pasó es que, en adelante, los torreros supervivientes del diluvio tuvieron que montar academias de idiomas para que los unos supieran lo que decían los otros.
Entre las academias, el comercio que aconseja que los negociantes  se entiendan en el mismo idioma y la casi universalización del inglés, el mundo de ahora prometía ser el mismo de antes de la erección (perdón por la palabra) de la famosa torre de Babel.
Hasta que llegaron las autonomías en España y sus líderes, para aislar a los pocos en los que mandaban de los muchos en los que no lo hacían, decidieron que era preferible seguir mandando a los pocos en los que no mandaban que ir perdiéndolos a medida que se entendieran con los que hablaban otro idioma y que no lo obedecían.
Así que, para frenar la inevitable fusión de idiomas que avanzaba al mismo compás que cambiaban de camisa sus partidarios, inventaron lo de las lenguas maternas.
“Más vale pájaro en mano que ciento volando”, fue la conclusión a la que llegaron.

Y, para poner en práctica esa idea, inventaron las autonomías que son, al fin y al cabo, la jaula para que todos canarios que canten dentro de ellas, trinen el mismo trino.