domingo, 26 de junio de 2016

SALVANDO A LA PATRIA



Por las calles, cavilando
a quién su destino entrega
en su mano lleva un sobre
que esconde una papeleta.
Su gesto firme y sereno
demuestra que su prudencia
ha vencido muchas dudas
que enturbiaban su conciencia.
Por fin, en noche agitada
en la que siglas y nombres
tornó el sueño en somnolencia
su decisión se hizo firme:

(Sobre el buró de su alcoba
y en desorden, a volea,
como siembran la semilla
los que cultivan la tierra,
esparció todos los sobres
rellenos de papeletas).
Cuando al reloj todavía
le faltaban varias horas
para que abrieran sus puertas
los centros de votación,
se levantó con presteza.
Abluciones matutinas,
desayuno de primera
(leche con café caliente
y unas porras de jeringos
para mojarlos en ella),
un eructo, un lavamuelas,
camisa blanca, corbata,
zapatos limpios, chaqueta
que votar es una fiesta
y, como de día festivo,
debe de ser la apariencia.


Del colegio electoral,
altivo, serio y solemne
salió por fin el votante
con tan tranquila conciencia
como el que da sepultura
al que se cargó a sabiendas
de que ningún mal le hizo
ni siquiera conociera.


“¿Qué”, lo interpelo un amigo
con el que se topó en la barra
de una cercana taberna
tomándose una cerveza
y unas gambas al ajillo
picantes como una muela.
--“Pues que vengo de cumplir
una tarea molesta:
Salvar a la Madre Patria
que según dice la radio
la amenazan comunistas,
fascistas, venezolanos,
y hasta un bonito de cara
que con socialistas flirtea.
--¿”Y la salvaste a tiros,
a espadazos, con los puños,
o a golpe de mano abierta”?
--Uy, no. Fue más sencillo:
Le dí a un tio mi sobre
que escondía mi papeleta
Y el tío la metio en la raja
de algo a lo que llamn urna
tenían sobre una mesa.