martes, 17 de septiembre de 2013

FEDERACION O CONFEDERACION


A estos socialistas que pasan del internacionalismo integrador, ( que se opone al nacionalismo excluyente), o les faltan principios o les sobra oportunismo.

Tampoco parecen entender muy bien el federalismo que propugnan, porque el actual estado de las autonomías lo es, salvo en el nombre.

Porque se llama federación a la agrupación regulada e institucionalizada de entidades sociales o regionales relativamente autónomas.

La aproximación que los socialistas españoles proponen para beneficiarse del voto independentista catalán es una confederación.

La confederación es, y los dirigentes socialistas catalanes deberían saber o sus correligionarios del resto de España deberían hacérselo saber, es la unión parcial de estados que, conservando sus soberanías, se rigen por algunas leyes comunes.

Los nacionalistas catalanes nunca han ocultado que su aspiración es la de estado confederado con el estado español, una relación en la que ambos conserven sus soberanías y apliquen leyes acordadas en común.

Exactamente la que, como parte de la corona de Aragón, había mantenido Castilla con los territorios pertenecientes a la Corona de Aragón: los reinos de Valencia y Aragón, el Principado de Cataluña y el Reino de Mallorca.

A todos ellos los privó Felipe V de las instituciones y los derechos propios, como castigo por haber apoyado al aspirante austriaco derrotado.

Muy posiblemente, la supresión de los derechos diferenciadores de las regiones españolas fue más una oportunidad política aprovechada por el Rey francés que venganza o castigo por la lealtad que dieron a su adversario.

Los decretos de nueva planta de Felipe V sirvieron políticamente al nuevo rey para sustituir las administración estatal diferenciada por regiones de los Austrias, por el centralismo administrativo de los borbones franceses, definido por la frase “el estado soy yo” de su abuelo Luis XIV.

Esa dispersión politico-administrativa, que podría haber tenido sentido cuando todavía se estaba consolidando la centralización del estado para acabar con el feudalismo, parece poco oportuna por el creciente internacionalismo económico y político actuales.

Pero ni las personas ni los estados actúan siempre al dictado de la razón, porque hay veces en que un sentimiento tan irracional, como la independentismo que divide, triunfa sobre la interdependencia que une.