domingo, 14 de septiembre de 2014

ABORTO Y PODER




Todos los que  se presentan a alguna elección para un cargo bien pagado dicen que lo hacen porque está convencido de que las ideas que propone mejorarían a la sociedad.
Como es lógico, por lo tanto, se ofende si alguien lo acusa de que sus ideas son únicamente una herramienta para su propio bienestar y satisfacción.
Un suponer: un Partido político en la oposición, como lo era el Popular hasta hace tres años, detecta la miseria ética en que ha sumido a la sociedad la ley del aborto en vigor y anuncia que, si llega al poder, la cambiará para proteger a las principales víctimas de esas prácticas, los no nacidos y, por lo tanto, no votantes.
Y siguió ese partido firmemente comprometido en que cumpliría su promesa electoral, aunque retrasando periódicamente los trámites para iniciar legalmente el proceso.
Ahora parece que el Partido Popular se lo ha pensado mejor y ha llegado a la conclusión de que ninguna convicción ética  merece que, por hacerla realidad, pierda el poder.
Es lógico porque los posibles beneficiarios de la modificación de la ley abortista prometida por el PP solo podrían agradecérselo con sus votos no antes de 19 años y los-las que lo castigarían no votándolos ya participarán en las próximas elecciones.
Y así funciona y siempre ha funcionado el Poder, cualquiera que sea su apellido (electo, impuesto o heredado).
El que manda sólo tiene interés en mandar el mayor tiempo posible, de la manera más absoluta que pueda y, para ello, quitar de en medio al que lo contradiga o se pueda atrever en el futuro a contradecirlo.
Así, si modificar la ley del aborto creyó el Partido Popular que podía ayudarlo a alcanzar el Poder, prometió modificarla y si ahora teme que hacer realidad la ley puede costarle el poder, se olvida de su promesa .
Esa es la ética del PODER. Tan lícito es hacer todo lo que haga falta para conseguirlo como no hacer nada que pueda contribuir a perderlo.