domingo, 5 de abril de 2020

TUERTOS Y CIEGO


Hace media eternidad que señoras y caballeros bien trajeados se suceden en televisión elogiándose a ellos mismos por lo bien que han hecho lo que tan generosamente les pagan para que hagan.
   Eran, y siguen siendo por desgracia, los ministros de éste gobierno que desaprovechó la ocasión de demostrar que servían para desempeñar el cargo por el que tan generosamente se les paga.
   ¿Encubrían sus autoelogios el reconocimiento de su incapacidad?
   Nunca tantos mediocres perdieron una ocasión tan propicia para demostrar que habían sido acreedores a la confianza que tan incautamente les confiaron.
    ¿O es que, inevitablemente, al ciego le conviene rodearse de tuertos para que su ceguera sea menos evidente?

DE GOBERNANTES Y GOBERNADOS


¿Tienen los gobernados los gobernantes que se merecen?
   Esa pregunta, todavía sin respuesta satisfactoria, me la hice y me la  sigo haciendo desde que empecé a ganarme la vida informando sobre las gentes de los países a los que fui destinado.
   Y, si a alguna conclusión llegué fue  la de que la gente que menos dependa del gobierno para que resuelva sus necesidades individuales, menos proporción de su libertad tiene que entregar al gobierno que alardee de que se las resuelve.
   Como paradigmas de países desde los que tuve que informar, la libre sociedad norteamericana me pareció, en su conjunto, la más satisfecha.
   La Rusia todavía soviética y la Cuba todavía sin turistas extranjeros me parecieron los países de mayor penuria económica y menos satisfactores sociales.
    Aquel rancio principio  filosófico del “consentimiento unánime de la humanidad” como prueba irrefutable de la veracidad de un argumento lo ratifica: todos los cubanos y rusos que podían huir de sus paises lo intentaban y todos los que conseguían huir, intentaban llegar a los Estados Unidos.