martes, 16 de diciembre de 2014

PERIODISMO: INFORMAR SIN ACONSEJAR



Cuando un amigo te pide algo, si eres amigo de verdad, intentas complacerlo y, si lo que te pide te apetece hacerlo, lo haces con gusto. Ahí va:
El periodismo que España necesita en éste siglo XXI es el que debería haber tenido desde que se inventó la difusión de noticias de forma oral, posteriormente escrita y ahora por todos los medios audiovisuales o informáticos.
El objetivo del periodismo refleja lo que el que lo ejerza pretenda conseguir:
b) Ser notario neutral de hechos que presencia y oye, sin emitir opinión propia que mediatice el relato y atribuyendo a quien lo formule el juicio que el hecho le merezca.
b) Aprovechar el relato del hecho noticiado para que el lector comparta la causa y opinión del periodista.
El primer modelo es preponderante en los países anglosajones y el segundo en los latinos, en los que comenzó y sigue funcionando como panfleto en contra del adversario, para lo que debe centrarse en enunciar y denunciar los supuestos vicios de la víctima y en ocultar sus virtudes.
El periodismo anglosajón, por el contrario, nació y conserva fundamentalmente el propósito comercial de origen: informar del té, de los paños y de otras mercancías y de sus precios que transportaba desde Inglaterra a Boston el barco que esperaba marea favorable para entrar en puerto, o las oportunidades comerciales y de negocios que ofrecían los barcos que salían o entraban en el puerto de Londres.
Opinión que deforme la realidad en los países latinos frente a información neutral en los anglosajones.
De esa manera, el periodismo que España necesita ahora y ha necesitado siempre debe abstenerse de guiar al lector por sendas que al periodista le parezca provechosa y  desaconsejarle que continúe que por la que ha escogido.
El periodista no es, pero debería ser, un simple técnico en la utilización eficaz de las herramientas de comunicación, y convencerse de que la libertad de opinión es un derecho de todos y cada uno de los ciudadanos.
El periodista que, aprovechando la posición de ventaja que le facilita su manejo de un medio de comunicación masiva intentara influir en la opinión de la gente, debería ser apartado de esas funciones si no advierte previamente que sus opiniones son tan válidas como las que pretende desautorizar.
Atreverse a aconsejar al oyente o lector que prefiera la democracia a su contrario es igual de abusivo que aconsejar que prefiera la dictadura a la democracia.
Al final, es una cuestión de urbanidad: no aconsejar a quien no pida consejo y, si cae en la tentación de aconsejar al que pide que lo hagas, nunca aconsejes sin advertir que puedes estar equivocado.
Una persona madura y un pueblo maduro no necesitan consejos, sino información neutral.
Alentar a que se gobierne a sí mismo a un pueblo cuyos individuos sean incapaces de resolver sus problemas sin tutela es un engaño interesado.