martes, 27 de enero de 2015

SYRIZA Y LOS DEMOCRATAS



Algunos de los que proponen que una utopía abstracta conocida por democracia se concrete en el sistema más eficaz y justo para que las sociedades se doten de gobierno están desconcertados.
“Si un partido ha sido el más votado por los griegos”, se plantean, “¿cómo puede dudarse que sea el que mejor solucione los problemas del pais?”
Los tiempos venideros resolverán ese enigma y, al mismo tiempo, el más profundo de si la democracia, como se entiende esa palabra  aplicada a la formación de gobierno, es un dogma o una filfa.
Si Grecia, Dios lo quiera, sale adelante gracias a la acción gubernamental de Syriza, (que es como llaman en Grecia a lo que en España es “Podemos”), miel sobre hojuelas, tutti contenti, adelante, no hay moros en la costa.
Pero, ¿y si, Dios no lo quiera, Syriza no solo no mejora sino que empeora lo que los votantes le han encomendado solucionar?
La repercusión de ese fracaso tendrá dimensiones cósmicas e históricas porque lo que ha fundamentado la democracia desde que hace tres siglos empezaron a recetarla los enciclopedistas como el bálsamo de Fierabrás de las desgracias sociales se demostrará un camelo.
Nos conviene que Syriza corte orejas al toro griego porque, si no, habría que dudar si:
A) Todos los hombres somos iguales
B) Lo que la mayoría de los hombres crea que es verdad, es verdad.
C) La mayoría nunca se equivoca, sino que la engañan.
D) Si todos los hombres son iguales, son iguales sus derechos.
E) Aunque sus derechos sean iguales, sus obligaciones son directamente proporcionales a sus disponibilidades económicas.
En definitiva, que con el éxito o el fracaso de Syriza la humanidad se juega poder seguir el camino que inició hace tres siglos o volver tres siglos atrás.
Si es lo primero, lo que la mayoría decida es la verdad y lo más conveniente y, si volvemos atrás la historia, el más listo, más fuerte, más cruel o el más afortunado será el que diga lo que hay que hacer y, los demás, a callar la boca y obedecer.