martes, 16 de septiembre de 2014

YIHAD. VOLUNTAD C ONTRA TECNOLOGÍA



El más abyecto de los actos del hombre es aprovechar su superioridad circunstancial sobre un semejante para privarlo de su vida y su libertad.
Es ese el vicio en el que han cimentado su poder todas las tiranías individuales o colectivas, y al que han están recurriendo sistemáticamente los degolladores que en Irak y Siria propagan su religión.
Pero los apóstoles de esa guerra santa (yihad) combinan su arrogancia al matar,  con la cómoda resistencia a matarlos de los que llaman sus enemigos.
La guerra de los fanáticos del llamado califato islámico contra los infieles no musulmanes y contra los musulmanes que no abracen su interpretación del Islam, si la decidieran solo los recursos bélicos de que las dos partes disponen, ni siquiera habría comenzado.
Los yihadistas carecen de armas ofensivas de largo alcance, de las que los países que llaman  enemigos hacen chatarra sin haberlas usado nunca.
En definitiva: que unos desharrapados famélicos, camuflados entre las arenas y rocas de un terreno desértico tienen acojonados  a los ciudadanos rollizos, bien alimentados, apacibles, bienintencionados, asiduos contribuyentes a la felicidad mundial con sus cuotas periódicas a las ONGs.
Por eso, los asesinas yihadistas, que solo cuentan con la fuerza de su voluntad y sus convicciones, aterrorizan a los que prefieren que los maten antes que arriesgar su bienestar, sus comodidades.
Al fin y al cabo, en algún momento de su historia, los burgueses occidentales también tuvieron antepasados yihadistas.