Va siendo menester
que los de derechas, que creemos que todos somos diferentes, le demos la razón
a los rojos, que se empeñan en que todos somos iguales.
Como para
muestra basta un botón, ahí está el caso de Ramón Espinar, el niño rojo de padre
“tarjetablack-habiente” que se portó como si fuera un explotador capitalista de
la derecha más derechona.
(Los de
derechas (que lo somos porque estamos convencidos de que cada uno ocupa en la
sociedad humana la función y el status que su esfuerzo le haya merecido)
estamos desolados.
Si somos de
derechas porque robamos lo que esté al alcance de nuestra mano, ¿por qué el
niño de Espinar es de la izquierda más justiciera y no de la derecha más rapaz?
¿Será que el
gen de la honestidad y el de la sinvergonzonería se hereda de los padres, y
todos estamos predestinados a ser granujas o decentes por herencia genética?
Si así fuera, todavía
tiene la humanidad posibilidad de regenerarse: basta con que a los Espinares
los reclasifiquen como de derechas o con que se renuncie a ese camelo de que
los de derechas roban a los de izquierdas porque cada cual es como es.
Sería una
conclusión tan revolucionaria que los revolucionarios de izquierdas se quedarían
sin argumentos porque sería admitir que todos somos diferentes porque no todos
somos iguales.