La invocación
del artículo 155 de la Constitución Española puede que no frene, sino que
aplace por unos meses, la secesión de la región catalana.
Volverá la normalidad
alterada por la declaración de independencia cuando se convoquen y celebren
elecciones autonómicas en Cataluña.
En ese
momento, ¿habrán despertado de su letargo los partidarios catalanes de que
Cataluña siga unida a España, o el ansia separatista de los independentistas se
habrá recrudecido?
La experiencia
pasada facilita el pronóstico: de esas elecciones que cierren el período de
excepcionalidad abierto por el artículo 155 de la Constitución española,
brotará reforzado el separatismo catalán.
¿Qué hará
entonces el gobierno de España?
¿Repetirá una
y otra vez la invocación al 155 para la suspensión temporal de los derechos
concedidos a la Comunidad Autónoma de Cataluña o se resignará a su inevitable
independencia?
Será una
muerte, la de España, programada en la Constitución del año 1978, en la que se
repartió el poder, que solo uno había ejercido, entre los muchos que querían
heredarlo.
Pobre cadáver
de España, enjambrado de buitres carroñeros que se disputan los restos que dejó
el felino que lo había cazado.