miércoles, 14 de abril de 2010

ZAPATERO Y RAJOY, TAL PARA CUAL

El presidente del gobierno y el que quiere reemplazarlo en el cargo, por lo que sus detractores dicen, son tal para cual.
A José Luis Rodríguez Zapatero y a Mariano Rajoy los acusan de amagar y no dar, de probar el agua sin zambullirse en ella, de avanzar un paso y retroceder dos, de que les falta osadía y les sobra cautela.
Al que cobra salario de presidente le afean que, después de empecinarse dos años en que no abaratará el despido, por fin dice que lo hará aunque los trabajadores cobrarán la misma indemnización por despedirlos.
Al que quiere cobrar salario de presidente le critican que, por mucho que amenace con librarse de los que meten la mano vacía para sacarla llena de las arcas públicas, siguen en su cortejo de acólitos.
Que quienes tienen intereses tan opuestos susciten quejas tan parejas invita a pensar que algo huele a chamusquina y que él sistema que los españoles se han dado contra sí mismos falla en la selección de gobernantes.
Zapatero y Rajoy, para mandar, necesitan el mayor número posible de ciudadanos que los apoyen y el menor número posible de descontentos.
Consigue el poder quien despierta más expectativas de soborno, por lo que Zapatero debe contentar al mayor número de ciudadanos para conservarlo y Rajoy sumar a los que ya dependen de él una masa creciente de potenciales beneficiarios, para arrebatárselo.
Los electores quieren vivir eternamente la vida birlonga y, aunque sospechen como Ulises que las sirenas quieren hacer zozobrar su barco, son incapaces de desoír su arrullo.
En definitiva, que el buen gobierno al gusto de la mayoría de los gobernados es un camelo sobre todo en tiempos de tribulación porque, para dejar atrás la penuria, no hay otra alternativa que apretarse el cinturón y, como mi amigo Antolín García de Felipe proclamaba, “la tía María tiene tocino, pero es para ella”.