lunes, 22 de junio de 2015

LA DEMOCRÁTICA UNANIMIDAD



Han elegido a Pedro Sánchez candidato de su Partido Socialista Obrero Español  para la Presidencia del Gobierno y, como lo han hecho por unanimidad, más de uno dirá que el procedimiento no ha sido democrático.
Tan lejos de la realidad como condenar por antidemocrática toda organización pública o sistema gubernamental en el que nadie se oponga a lo que el que manda  propone.
En los tiempos anteriores a éstos del relativismo, cuando voz del pueblo era voz del rey, hacía falta que todos creyeran que algo era verdad (consentimiento unánime) para asumirlo como cierto.
Por eso, el sol giraba alrededor de la tierra hasta que se descubrió científicamente que era la tierra la que giraba alrededor del sol.
Después de que fuera verdad lo que todos coincidían en que lo era, se rebajó la condición: es verdad lo que la mayoría cree que es verdad.
Una condición indispensable para aceptar como mayoritario a un grupo de personas es que haya otro minoritario.
Sin discrepantes de lo que sostiene la mayoría no es posible la democracia, una cosa indescriptible que cada cual entiende como le conviene.
Desde entonces, y hasta ahora,  es verdad lo que la mayoría cree que es verdad y, como  para que exista mayoría debe haber una minoría discrepante, la manifestación pública de oposición es imprescindible para validar la democracia.
La historia también avala la necesidad de oposición para que un sistema tenga el marchamo de democraticidad.
En los regímenes de Lenin, Stalin, Hitler, Mussolini, Franco, Castro, Enver Hoxha o Kim Il Jung no se toleraba la discrepancia y, por eso, no eran democráticos sino dictatoriales.
Pero que la ausencia de oposición, como se ha evidenciado en el congreso del PSOE, signifique que una organización es dictatorial es una conclusión interesadamente falsa.
La unanimidad es síntoma de la democracia en su más sublime expresión porque si a nadie le parece mal lo aprobado es porque a todos les parece bien, le conviene a todos.
¿O es que en el congreso del PSOE había alguien que prefiriera un candidato distinto a Pedro Sánchez y no lo propuso?  
Si lo hubiera hecho es impensable que el secretario general del PSOE hubiera mandado fusilarlo. Todo lo más, si acaso, se habría olvidado de su nombre para desempeñar algún bien pagado puesto.