viernes, 14 de julio de 2017

CATALUÑA



Si en vez de descornarse para librar a Cataluña de España lo hiciera para librar a España de los musulmanes que la están ocupando, Carlos Puigdemont sería un héroe y no un villano.
Ya se sabe que, para dar por cierto o equivocado algo sobre lo que haya dudas, nada mejor que cambiar la lente de las gafas.
Si tiene barbas San Antón y, si es barbilampiño, la Purísima Concepción.
¿A quien le va a doler la cabeza si Cataluña se hiciera independiente? ¿A quien se le van a quitar los dolores de reuma si sigue pegada a España por el noreste?
La del coñazo de la supuesta independencia catalana es únicamente una más de las preocupaciones que los políticos han imbuido a los españoles para que no se percaten de que, desde hace casi medio siglo, están viviendo en Babia.
Imagínense qué le puede importar a un tipo que viva a 800 kilómetros de Cataluña y que no piensa volver a ella después del par de visitas que hizo hace 30 años.
Pues seguro que le da igual que sea independiente, que no lo sea o que se lleven a todos los catalanes habidos y por haber al más remoto rincón de la Polinesia.
En éstos tiempos en los que el calor nos impide olvidar que el verano es un infierno anticipado, ¿qué puede preocuparle a un andaluz honesto, sencillo y medio licuificado en sudores lo que vayan a hacer o vayan a dejar de hacer los catalanes?
Pues que, como los perros molestos, vayan a echarse.
¿Al sol o la sombra?
Lo mismo da. Al sol para que se derritan o a la sombra para que se resfríen.
 Pero que dejen de dar el coñazo.