“La política es
una actividad orientada en forma ideológica a la toma de decisiones de un grupo
para alcanzar ciertos objetivos. También puede definirse como una manera de
ejercer el poder con la intención de resolver o minimizar el choque entre los
intereses encontrados que se producen dentro de una sociedad”.(Calcado de Facebook
que, como todo lo sabe, es la biblioteca de Alejandria del postpresente).
Pero, tonterías
aparte, la politica es el oficio del que viven los que hacen creer a los demás
que les conviene lo que a él particularmente le interesa.
Es, en
definitiva, un timo a los que están deseando creer que otro hará
desinteresadamente por ti lo que solo tú tienes obligación de hacer.
Un suponer,
para entendernos: sabes que, como en el sitio donde resides te achicharras de
calor en verano y tiritas de frio en invierno, la prudencia aconseja que te
protejas de esos extremos dentro de una casa.
Para eso
puedes: a) construirla personalmente. b) pagarle a un albañil para que te la
construya y, c) esperar que el estado te la proporcione, a cambio de votar al
partido que gobernará, y de pagarle en impuestos más de la mitad de lo que
ganes.
(Lo de la casa
es un ejemplo: lo mismo puede decirse de la comida que has de comer, del agua
que has de beber, de las carreteras por las que has de transitar, del médico
que certificará tu defunción o del policía que buscará y no encontrará al que
huyó después de apuñalarte mortalmente).
Entonces, los
que gobiernan por haber ganado las elecciones en las que les distes tu voto,
¿para qué sirven?
Son
indispensables.
Sobre todo para
que el ciudadano pueda dormir apaciblemente cada noche (o cada siesta en
verano), después de haber descargado en el gobierno y los políticos sus propias
culpas y su particular responsabilidad por no haber resuelto individualmente las
incomodidades que personalmente le afectaban.
¿Conclusion?
Que nadie mejor
que uno mismo sabe donde rascarse para aliviar el picor que lo incomoda.