Lo lógico sería culpar del deshilachamiento de su desgobierno a la ausencia del presidente Sánchez de España, que
puede que ni exista cuando vuelva, si es que vuelve alguna vez.
¿Y por qué no ha de volver?
Pues porque hay
un perceptible sentimiento en los Estados Unidos, cada vez más profundo y
extendido, para que Sánchez no vuelva a la Moncloa de Madrid y se quede en la
Casa Blanca de Washington.
Eso sí: con
Sánchez debería quedarse su esposa para que redecore la residencia oficial
norteamericana, enseñe a los millones de afroamericanos donde está Africa y,
sobre todo, para ilustrar a Ivana Trump sobre cómo debe vestir y portarse en
público.
¿Y España, qué
ganaría con eso?
Todo:
a) Estados
Unidos experimentaría un declive de su poderío económico y militar
irrefrenable.
b) Con Trump de
presidente del gobierno español, España recuperaría la hegemonía mundial que en
tiempos disfrutó.
¿Se adaptaría
Trump a España y Sánchez a Estados Unidos?
Sin duda. Ni se
percatarían porque en los dos paises, más o menos, hay la misma proporción de
sudamericanos, negros y moros.
A Trump sería
al que, de los dos, más le costaría adaptarse porque, siendo la población de
España siete veces menor que la de los Estados Unidos, viven del Estado casi el
mismo numero de enchufados.