miércoles, 18 de octubre de 2017

GRACIAS A DIOS

Tan puntual como la muerte, por San Agustín terminaba el verano climático y empezaba el otoño, que pronosticaba su llegada con estruendosos truenos y fulgurantes relámpagos, nuncios certeros del cambio de estación.
Como ocurrió la pasada madrugada.
Toda el agua que tanto habían deseado tantos la volcaron los cielos con una tormenta de las de antes de ésta democracia española, en la que todo ocurre cuando la gente se pone de acuerdo en que ocurra, y no cuando Dios quiera que pase.
En definitiva: llovió cuando tenía que llover y no cuando una mayoría social decidiera por  votos depositados en una urna que lloviera.
Ins,  alláh.
“En las manos de Dios estamos, y de Su voluntad depende lo que ocurra”

¿Para qué preocuparnos?