sábado, 14 de diciembre de 2019

AL MARGEN DEL PARLAMENTO


“Sánchez abre la vía Pedralbes: una mesa de negociación con relator al margen del Parlament” (OK Diario)
   Si es que los dioses, por fin, nos están castigando como los dioses del Olimpo castigaban a los impíos: privándolos de la razón que era tanto como volverlos  locos.
   Nos han repetido tanto que hasta los problemas más enrevesados pueden resolverse en negociaciones libres en sede parlamentaria que casi habíamos llegado a creérnoslo.
   Pero, como se descubre antes a un embustero que a un cojo, los hechos desmienten la falacia.
   Porque el primer problema de verdad al que la supuesta democracia española se ha enfrentado, que es el de escisión de Cataluña, dicen ahora que es mejor tratarlo “en una mesa de negociación con relator, al margen del Parlamento”.
    Como lo que más urge es resolver el más urgente problema que los separatistas catalanes le plantean a España, que así sea.
   Móntese la mesa propuesta, cúbrase con mantel de lino y, a los postres de la cena en que se ventile el engorroso asunto catalán, que el relator pronuncie un rimbombante brindis a la democracia.
    Y, solucionado el entuerto, que alguien con poder y decisión anuncie que se acabó el cachondeo.
   ¿El cachondeo? ¿Qué cachondeo?
   El que lleva tiempo temiendo que se lo digan seguro que lo entenderá.

HABLAR POR HABLAR


La gente que oye lo que se habla acaba hablando de lo que oye.
   ¿Le importe o no lo que se dice y de lo que se hable?
    Eso carece de importancia.
El hombre humano, que es el unico bicho capaz de pensar, no suele expresar lo que piensa cuando habla sino, más bien, disfrazar con palabras la autenticidad de su pensamiento.
   Y eso, ¿ por qué es?
   Porque, si dijera lo que realmente piensa, perdería toda ventaja frente al que lo escuche y del que espera sacar ventaja si cree lo que le está diciendo.
    ¿Y el que lo escuche?
   Hace como si creyera lo que el otro le está diciendo, pero interiormente,  y como sabe que lo están tratando de engañar, es como si escuchara el ruido del agua al despeñarse por una catarata de 135 metros.
  -- ¿De 135 metros?
--O de 136.
    Y si lo que se dice no tiene ningún valor para el que lo dice ni para el que lo escuche, ¿por qué hablamos tanto?
--Por miedo al silencio. Porque al hablar y oir hablar nos hacemos la ilusión de que no estamos solos.