jueves, 7 de julio de 2016

EL CALABACÍN



Felipe González, al que admiro, fue un político al que. mientras le duró la ambición política, fue un excelente político comparable solo, y quizás, a Adolfo Suárez que aceleró tanto el motor de la ambición que lo impulsaba, que se quedó sin combustible demasiado pronto.
¿Qué es un político, al fin y al cabo?
Un señor que camufla su ambición personal tras la cortina de humo del interés general.
Y Felipe, en una de sus sibilinas maniobras que hoy le he leído, asconseja a Pedro Sánchez, el actual secretario general socialista en el que el cargo ha ido degenerando desde Felipe, que se entreviste pero no llegue a acuerdos con Mariano Rajoy.
Cui prodest? ¿A quien beneficia esa artimaña de hablar por hablar si, de antemano, se decide que no va a  resultar en la formación de gobierno?
Para el principal interesado en la charla, que debería ser Rajoy, el consejo de González a Sanchez le sirve para convencerse de que la entrevista será una pérdida de tiempo garanrtizada, con lo caro que cuesta a los españoles el tiempo de sus presidentes de gobierno, auque sea en funciones´.
Mi primo Emeterio, (“El Meti”), que es tan sabio que eso de la política le parece una mariconada, dice que Felipe no puede ser demasiado listo si se pone a tratar la compra de una burra empezando por decirle al dueño que no se la va a comprar.
Entonces Felipe, ¿por qué aconseja al tal Sanchez que hable con Rajoy para decirle que no?
Pues evidentemente porque los españoles, excepto Felipe González, son tontos y si el que su partido socialista quiere que sea presidente hablara  con Rajoy para nada, nadie podrá acusarlo de no haber intentado sacar a la Patria del supuesto apuro en el que ahora la han puesto.
¿Y España? ¿Y la Patria?
Pues mire usted, es como un calabacín: lo mismo sirve para hacer pisto, para freirlo empanado en rodajas que para lo que me callo y dejo a la sucia imagiknación de cada uno.