jueves, 3 de enero de 2019

MI AMIGO SIXTO


Ahora que ya despereza su sueño invernal el ronco celo de las perdices, se ha ido a los cerros soñados de las dehesas apretadas de encinas, en las que el áspero gruñido de los cochinos retumba de alcornoque a chaparro.
Se ha muerto Sixto, gran señor de una finca serrana en la que cada año reunía a amigos que competían en la narración de fábulas que les hubiera gustado vivir.
Era Sixto el alma de su Dehesa de los Castriles, y las encinas, colinas, retamas, jaras, y lentiscos le eran tan propios como el murmullo de los arroyos o el lúgubre quejido del cárabo.
Se reunia Sixto con su corte, que éramos sus amigos,  con el pretexto de cazar la perdiz con reclamo .
Nunca un pájaro tan gallardo mientras está vivo puede albergar las picardías y tretas que los cazadores les achacan para intentar burlarlos, ni hay animal de compañía al que su dueño quisiera parecerse tanto.
En las largas sobremesas al socaire del cárdeno reflejo de las llamas de la chimenea, Sixto insistía en que se le narraran con detalle vivencias que le hubieran gustado vivir y amonestaba diligentemente al narrador si su relato difería del que ya antes le había escuchado.
Sixto ya está en el cielo, y de eso no hay duda porque, si no fuera así, ni Dios sería justo ni el Cielo sería Cielo.
Algún dia, si Dios quisiera, me gustaría volver a encontrarme con Sixto pata volver  a rememorar  cómo nos reimos de las bravuconadas de un menestral necio, aquella noche en un bar de El Pedroso.

LO DE ANDALUCIA


Sobre los campos de la tierra mía en los que después de cuarenta años de sombríos nublados dibujaba el amanecer su cenefa luminosa, parece que la noche  será perpetua.
¿Cómo el gazpacho?
Como los ardores estomacales que provoca el gazpacho,  si lo han cargado demasiado de aceite, ajo y sal.
¿Qué acontece, qué ocurre, que turbios presagios pronostican el infierno que es, en definitiva, la pérdida de la esperanza?
Pues muy sencillo.
Que unos demonios más o menos colorados se habían conchabado para que, una vez muriera el viejo que protegía España, en la olla no metieran cuchara nada los que dijeran que el muerto había sido un tal por cual.
Y así lo hicieron.
Asi lo intentaron en toda la finca, pero donde lo consiguieron fue en su vega más feraz, la parcela más soleada, el sitio fluvial donde mejor se propagaba el trino de las avecillas canoras, con el rumor de fondo del coro de bajos del fragor del rio.
Total, que lo que quiere decir con tanta mariconada es que los rojos socialistas y los todavia más colorados comunistas han estado mandando en Andalucia desde que se murió Franco.
Y que en un descuido quisieron ahorrar en sobornos y perdieron las elecciones.
Eso, y que los tres que se tuvieron que juntar para echar a los ocupas del terreno, de los recursos y del afecto de los andaluces, se pegan bocados más feroces entre ellos que contra los que hasta ahora se comían en solitario la carroña.
¿Y qué podríamos hacer para que este nuevo acto de tan entretenida comedia como es la de “España, su autofagia y ventosidades” nos distraiga sin salpicarnos.
Ver el espectáculo por televisión y, si fuera posible, desde las Islas Célebes, por ejemplo.