domingo, 11 de febrero de 2018

VENDAMOS ESPAÑA


Unos decimos hay que ver y otros dicen qué barbaridad, pero a nadie se le ha ocurrido hasta ahora penitenciarse como expiación por consentir lo que de verdad importa, y que nadie se ha atrevido a plantear:
Con un presidente o presidenta de la Generalitat en Barcelona y otro en el extranjero, ¿entre ambos se repartirán el mismo sueldo, o hay que pagarle un sueldo distinto a cada uno de los dos?
Y es que los que siguen echando cuentas en pesetas a pesar de que hace media vida que la sustituyó el euro, se gastan los cuartos como si la nueva moneda no costara casi 200 unidades de la antigua.
Si a lo que tendremos que pagar los españoles por el sueldo de la presidencia de verdad de los catalanes hay que sumarle la de mentirijillas, o los políticos dejan de robar como hasta ahora han venido robando o habrá que poner España a la venta, aceptando la exigencia del comprador: que la desalojen los actuales inquilinos.
Como un país es más o menos como una finca, si España se tasara como un cortijo, que al fin y al cabo es lo que es para sus señoritos los políticos, se podría vender por el equivalente a 20 cosechas anuales que, en el caso de España, sería lo que representa su Producto Interior Bruto,(PIB), un billón de dolares al año.
Serían 20 billones de euros a repartir no entre los habitantes actuales de España, sino entre sus ciudadanos de derecho, para no tener que repartirlo con emigrantes ni turistas.
Un pastizal. Con lo que a cada uno nos tocara nos recibirían con charangas, panderetas y wellcomes en cualquier lugar del mundo.
Todas las fronteras de todos los países se levantarían para abrir paso al español que llegara.
¿Por ser español?
Por ser rico, aunque fuera español.