El tiempo, que es un regalo que
los dioses hacen al hombre con prodigalidad, debería emplearlo el hombre con
tacañería.
No es así, por lo menos no lo es
para los concejales del Ayuntamiento de Madrid, a los que se les ha ocurrido
querellarse contra el franquismo.
Es como quejarse de la pertinaz
sequía que asola en estos dias los campos de España cuando los campos de España se aneguen
por las futuras lluvias.
¿Se habrían atrevido los
concejales de Madrid a querellarse contra el franquismo, si hubieran disfrutado
en vida de Franco de las prebendas de las que se lucran medio siglo después de
la muerte de Franco?
Es evidente que, pese a dogmas
religiosos que lo proclamen como posible, es poco probable que un muerto, si
está muerto de verdad, reanude la vida que perdió.
Evidentemente, el de la
resurrección de la carne no es un dogma en el que los concejales de Madrid
crean.
Si tuvieran la menor sospecha de
que Franco pudiera resucitar no se atreverían a querellarse contra el
franquismo.
Serán unos aprovechados y hasta
unos sinvergüenzas, pero los concejales de Madrid no son tontos.
Alancean al moro solo después de
comprobar la autenticidad del certificado de defunción del moro.