martes, 15 de noviembre de 2016

TRUMP: MENOS ESTADO, MÁS LIBERTAD



En comparación con las innumerables que hacen los políticos españoles, las promesas electorales que han aupado a Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos fueron escasas y poco explícitas.
Por su espectacularidad sobresalen la construcción del muro que frene la inmigración mexicana, la derogación del fracasado programa de asistencia médica actual,  o reactivar la expulsión de inmigrantes ilegales, que Obama ya aplicó profusamente.
Los mensajes que más han calado en los votantes y que dieron el triunfo a Trump coinciden en que todos ellos significarían limitar la intromisión del Estado en asuntos que le corresponde resolver a los ciudadanos.
Si cumple ese propósito insinuado en su campaña electoral, los ciudadanos norteamericanos recuperarán la filosofía sobre la que descansó su fundación: que la gente se arriesgue a acertar o equivocarse sin que decidan por ellos las burocracias tiránicas europeas de las que habían huido.
La base en que fundamenta su programa Trump es apartar al Estado de sus crecientes intromisiones en la libertad del individuo.
La relajación de los controles que el estado ejerce sobre el individuo con el pretexto de mimar el medio ambiente o premitir que las compañías de seguros compitan libremente entre ellas sin las barreras interestatales de ahora tienen ese objetivo.
Por eso los europeos, y sobre todo los europeos españoles, están desconcertados con la victoria de Trump.
No conciben que la gente pueda preferir arreglárselas por sí mismos a la cómoda incuria de que sea el Estado el que decida cuantas horas trabaja, qué día puede no trabajar, a qué hora debe cerrar sus comercios, qué deben estudiar sus hijos y en qué clase de escuela.
En la renovada América que se avizora si Trump cumple lo que insinúa, cada ciudadano será más dueño de sí mismo porque se emancipará de la tiranía estatal.
Una sociedad más libre porque el Estado la controlará menos.