martes, 25 de julio de 2017

LA REVOLUCION BALEAR



Imperceptiblemente, porque no hay por ahora cañonazos, se está librando una nueva guerra civil en España para que los que la ganen empeoren la España de los que la pierdan.
Más que una guerra simple y limpia, es ésta una revolución sutil y ponzoñosa: no habrá vencedores ni vencidos porque los que la están ganando acabarán mandando no en un país, sino en un manicomio.
Como todas, ésta revolución entra también de este a oeste y, cuando fatalmente triunfe, será inevitable añorar los tiempos prerrevolucionarios.
Asi pasó cada vez que, como los griegos, los romanos o los musulmanes, alteraron para envilecerla la plácida manera de vivir de los nativos, los cándidos y sentimentales iberos.
Del este, también, viene la nueva revolución destinada a erradicar lo que todavía sobrevivía de la esencia de España: las corridas de toros.
Las Islas Baleares se empinan sobre el mar Mediterráneo, al este de España por lo que la revolución que de allí llegue tiene garantías de extenderse hacia el Oeste, hacia la España continental.
Cuando se implante en toda España la revolución nacida y procedente del revolucionario este español, éstos tiempos de ahora que nos parecen aciagos los recordaremos como una edad idílica.
Imagínense: ¿Cuál es el paradigma, de la forma de entender la vida de la España actual y pasada?
Las corridas de toros, sin duda, en las que hombre y fiera luchan por sobrevivir con armas diferentes pero igual de letales: el toro con los sables de sus cuernos y el torero con la espada de su estoque.
Como todas las revoluciones, la balear se asienta en la falacia de suprimir los privilegios de los que manden para que los hereden los que aspiren a mandar.
A partir de ahora, a los toros de las corridas no se les podrá hacer sangrar y por consiguiente, darles muerte de una o varias estocadas.
Pero al toro no se le prohíbe que le de con sus defensas, que son sus cuernos con perdón, un viaje que despance o descorazone al torero.