martes, 3 de diciembre de 2019

LA AZAROSA VIDA DE LOS DIPUTADOS


     Lo han hecho disfrazados de oropeles, iluminados por focos y en medio de la algarabía de falsas promesas bienintencionadas, que enmascaren sus turbios designios.
   Se diría que más que de una de aquellas siniestras tenidas masónicas con cuya evocación nos asustaba el dictador, los diputados asisten a la sesión inaugural de la legislatura imbuidos de la importancia de su cometido:
     Obedecer las instrucciones del que les ha dado el empleo para que vivan desahogadamente el resto de sus vidas.
    Porque, aunque parezca mentira, un diputado a Cortes  está sometido a las mismas servidumbres y los mismos arrebatos que los sencillos ciudadanos a los que representa en el Palacio  de la Soberanía Nacional.
    Así que, ¿qué les espera a los envidiados representantes del pueblo que, por su condición, se tienen bien ganada una espléndida vida sin desahogos ni problemas de trabajo y parné?
    Pues lo que nos espera a todos: mandar a los que nos obedezcan y obedecer a los que nos manden.
     Y, el que no lo haga, las va a pasar canutas.