domingo, 10 de agosto de 2014

LADRÓN DE SUEÑOS

El que la utilice sólo para anticipar las pérdidas o ganancias de una operación mercantil negará que la imaginación permita robar los recuerdos de otros y hasta evocarlos como si fueran propios.
Todavía más: por experiencia sé que siento más nostalgia de escenas que he debido imaginar que de las que he protagonizado o presenciado.
Y sé que esos recuerdos recurrentes no los protagonicé ni presencié.
Fui un niño que vio escarbar buscando comida entre los desperdicios a otros de mi edad y que asistía al paso rutinario hacia el cementerio de padres sombríos y uniformados de mal cortados trajes de patén grisazulado, que llevaban bajo el brazo la cajita blanca de su hijo muerto.
Así que el recuerdo del que yo siento nostalgia no es mío: O me he apropiado el  de otro o lo he imaginado con tanto vigor que es ya como mío.
 No es recuerdo tampoco, ni nostalgia, ni evocación sino algo de todas esas sensaciones que solo describe en parte la palabra portuguesa saudade, que incluye la partícula grata de un pasado que no lo fue tanto.
Voy a intentar describir el motivo de mis saudades:
Un grupo de niñas pizpiretas vestidas de blanco y que al girar echan a volar el de amplio vuelo de sus faldas, rubias como la miel, con lazos de seda azul en sus cabellos, cantan a coro como debieron cantar los querubines:
Una tarde, florida de mayo
cogí mi caballo salí a pasear
por la senda donde mi morena
fresquita y risueña
solía pasar…
 Frente a ellas, en la misma pradera  verde con flores blancas incrustadas, un grupo de niños esbeltos, uniformados con pantalón y chaqueta escarlata y un pañolón de batista al cuello, replican:
Qué lindas trenzas tienes, carabí
quién te las peinará?, carabiruri, carabirurá
quien te las peinará, carabírurí carabirurá
Las peinará tu madre, carabí
con peine de cristal, carabiruri, carabirurá.
Sin que se terminara de diluir el eco de los cantos, un espeso enjambre de pájaros de plumaje multicolor y trinos armoniosamente disonantes cubre el cielo y, en su vuelo, forman sobre la pradera un círculo parecido al nimbo de un santo.
De esa escena, que no se acomoda a mis recuerdos, es de la que desde siempre he tenido saudades.
Como no son míos, me declaro y confieso ladrón de sueños