viernes, 6 de mayo de 2016

EL NIDO DENTRO DEL CIELO

Ni justicia social ni perendengues parecidos como la corrupción, la desigualdad o los paraisos fiscales.
Lo que los españoles necesitamos para ser felices es retroceder a los radiantes años de la inocencia, en los que vivíamos tan placenteramente que ni siquiera sabíamos si éramos desgraciados.
La felicidad, por si alguien no se ha dado cuenta todavía, es un estado de ánimo tan peculiar que a veces es feliz el que  no sufre la desgracia ajena o se amarga porque su infortunio no acongoja a su semejante.
Así que, como cada cual es feliz o desgraciado a su manera, alcanzar un sueño imposible puede ser un antídoto tan eficaz para su desgracia como evocar los recuerdos en los que la inocencia espantaba las sombras de una realidad triste.
Uno vió a niños de su edad rebuscando desperdicios para apaciguar su hambre en los cubos de la basura,  y le parecía natural la procesión de hombres con blusa y calzón de patén que, con una cajita blanca bajo el brazo, se encaminaban al cementerio.
Con aquellas imágenes tenebrosas se mezclan los versos y la musica de la Topolino Radio Orquesta (“arriba en la montaña tengo un nido/que nadie ha sabido como es/está tan cerca el cielo que parece/ que ha sido construida dentro de él”).
¿Soy ahora desgraciado al evocar a aquellos lúgubres padres con sus cajitas bajo el brazo?
¿Soy feliz al tararear los ingenuos versos de la casita de papel?

Desde luego, en mi memoria están grabados de forma más indeleble que los que me dejen, si me dejan rastro, las truhanerías y travesuras de la inevitable campaña electoral que nos amenaza.