domingo, 16 de agosto de 2015

NI ESPAÑA SIN CATALUÑA NI CATALUÑA SIN ESPAÑA



Hay reivindicaciones del Condado de Barcelona que, en su tozudo engreimiento para pasar de la insignificancia que fue a la excelencia a que aspira, deberían concedérsele.
La contramedida más eficaz para la aburrida sarta de disparates con que un tonto puede atontar al prudente que lo escuche es aceptar lo que diga.
Que ningún español vuelva, por favor, a discutirle a los catalanes que Miguel de Cervantes es catalán.
Es más, el autor del Quijote nació en el Canigó, la montaña sagrada de los catalanes ante la que el cura, exorcista ,vidente y capellán-limosnero del Marqués de Comillas, Jacinto Verdaguer, se transfiguró en poeta.
Hay un argumento decisivo a favor del origen de Cervantes: ningún ser humano que no sea catalán puede ser tan pesado como para escribir un pestiño tan indigesto como el Quijote.
Lo mismo puede decirse de la reclamación catalana sobre el origen de Santa Teresa de Jesús, una especie de versión antigua de la moderna Pilar Róala que, como la santa experimentaba raptos místicos, es transportada a veces por arrobamientos incontrolados.
Lo de reivindicar como propios méritos ajenos es definitorio en el carácter catalán: alardean de laboriosidad aunque los que más trabajen sean los charnegos.
Reclaman como consustancial al carácter de Cataluña la iniciativa empresarial de los catalanes pero el exponente del éxito catalán en el mundo de los negocios nació en el pueblo sevillano de El Pedroso.
Es una relación cimentada en tantas contradicciones aparentes que más les valdría a Cataluña y España eternizarla. ¿A qué huésped más suculento que España podría parasitar Cataluña? ¿Qué parásito tan hiperactivo como Cataluña podría despertar la modorra española?
Y, si los catalanes no se quejaran de los españoles y los españoles de los catalanes, ¿a quien íbamos a culpar de la incapacidad de ambos pueblos para sacar sus países adelante?