jueves, 13 de junio de 2019

CIUDADANOS EXÓTICOS





         Hablaba Pio Baroja de un fantasma sin ensabanar que advertía a los incautos: “soy el terrible Muñoz / el asesino feroz…”.
Antonio Aguilar, el corridista mexicano, decía de una presumida que..”cuando te dicen adiós/ te crees la divina garza” .
Que se junten y coordinen novelistas, bardos y hasta publicistas mercantiles para cantar las alabanzas de Ciudadanos, esa tribu fronteriza entre el sudeste de Francia y el nordeste de España, a los que lo primero les viene ancho y lo segundo estrecho.
A los que hasta un eructo les sorprende Ciudadanos los tiene desconcertados.
No así a gente que, como servidor, recuerda con sorprendida fascinación la primera impresión que tuvo de Cataluña y los catalanes: los viajantes de comercio que visitaban a los tenderos ofreciéndoles paños y otras telas para que los sastres locales confeccionaran vestidos para bodas y funerales.
Todo lo que contaban y decían (y decian y contaban sin parar porque su charla embaucaba a los pretendidos clientes) era digno de crédito porque
a) el acento de su habla era idéntico o parecido al de la gente de estudios.
b) procedian de lugares que los locales solo podrían aspirar a conocer si les tocara hacer en ellos la mili.
Por esa entre otras razones, como la de menospreciar lo común tanto como se sobrevalora lo exótico, la magia de lo desconocido ya no es el fogonazo de magnesio que cegaba a los novios fotografiados en la penumbra de la iglesia.
¿Qué queda de paradisíaco y exótico en aquellas playas remotas en las que la franja de arena rubia era la frontera entre el mar turquesa y la selva verdinegra?
Lo que de la virginidad se recuerda a veces en la castidad perdida: la añoranza, lo que pudo haber sido y no fue. El sucedáneo de lo que es auténtico.




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