miércoles, 15 de abril de 2015

CHAVES, LA SUPERVIVENCIA DEL CAUDILLO



En los tiempos antiguos se tenía por ejemplar al jefe que asumía los errores de sus subordinados y les atribuía el mérito de sus logros.
En los modernos, no. Miren, si no, a Manuel Chaves que ante el fiscal del Tribunal Supremo culpó de los males de su gestión a sus subordinados y él se hizo pasar por tonto por no enterarse de lo que estaba pasando, aunque cobrara para que no pasara.
Mi mejor amigo anduvo un tiempo juntándose con gángsteres, políticos y otra gente poco recomendable. Me cuenta que, en vísperas de unas vacaciones, la plana mayor socialista hablaba de lo que harían en esos días de descanso.
--Yo—dice que intervino el ministro de trabajo Manuel Chaves—estoy deseando empezar a leer “La casa Rusia”, la novela recién publicada de John Le Carré.
Txiki Benegas, socarrón y dejado fuera de la banda que mandaba en el gobierno, confidenció a mi amigo: “el más tonto de todos y el que nos sobrevivirá a todos”.
Ante el Supremo, desveló el misterio de su supervivencia: Consiste en colocar a sus subordinados como parapeto de las balas del enemigo.
No será una táctica tan románticamente gallarda como la de los caudillos legendarios que entraban en combate al frente de sus tropas, pero mucho más eficaz en la consecución de objetivos.
Porque, ¿qué son los subordinados en las batallas militares y políticas? Carne de cañón para recibir la metralla que amenace al caudillo.