Ni la fría
distancia de su sapiencia académica impediría que lo que presenció lo
conmoviera: los policías a los que sus uniformes disfrazaban de robots
deshumanizados, golpeando a los que su atuendo diferenciado identificaba como a
personas.
¿Se dio cuenta
Rajoy de que esa imagen sería la que difundirían las televisiones en todo el
mundo?
¿Cómo es
posible que un académico tan brillante ignorara que son las imágenes las que
conmueven a los pueblos?
¿Bastan los
conocimientos adquiridos con el estudio para dirigir a la minoría de sabios
teóricos, si su opinión vale tanto como la de los analfabetos ignorantes?
Debería Rajoy
haber nacido tres siglos antes para aplicar los métodos del despotismo
ilustrado, cuando mandaban por encargo los
que más sabían y obedecían los que sabían menos.
Un
relativamente ignorante como Puigdemont, maestro en el arte de contentar a los
que más manden para que lo obedezcan los que solo saben acatar órdenes, ha
derrotado en la lucha por el poder a Rajoy, el más brillante de los estudiados.
Cuánto daría
hoy Mariano Rajoy porque los telespectadores de todo el mundo se hubieran horrorizado
viendo como los sayones independentistas molían a palos a los partidarios de la
indisoluble unión de Cataluña y España…
Y es que, por
mucho que haya aprendido en los libros, Rajoy ignora lo que Puigdemont sabe: que
a los pueblos los mueven los sentimientos y no la razón.