El negro carbón
del cielo
llega desde
Montealto
al cerro de Los
Cabezos,
allí, donde, arranca el llano.
Chisporrotea la
lumbre
que han encendido
los rayos.
Ya la llana Vegavita
es un páramo encharcado.
Cruza la tormenta
el río
como una banda
de grajos
y se cuela entre
los puentes
para lavar los naranjos.
Ya sus hojas de
obsidiana,
marchitas por el
verano,
brillan como
sol temprano
y frutas verdiamarillas
casi en sazón, secretando
el almíbar de
su jugo
de la pulpa de sus
gajos.
aguardan la mano
diestra
que sepa que
han madurado.
En el pueblo ya
se apagan
las luces del alumbrado.
Y la tormenta, implacable,
cruza el Genil,
Pedro Díaz,
y el Judío,
enfilando
hacia las torres
de Écija
que marcan el altiplano.