miércoles, 31 de marzo de 2010

ESPAÑA, LA MAS GENEROSA CON HAITÍ

Aunque los españoles deben el equivalente a todo lo que produzcan en los próximos cuatro años, se han comprometido a dar a Haití 346 millones de euros y a perdonarle los 27 que ya adeuda.
La promesa de ayuda a Haití que María Teresa Fernández de la Vega ha hecho en Nueva York se asemeja más a la fanfarronada de un pordiosero que a la generosidad de un administrador prudente.
Los españoles, entre ellos los cinco millones que buscan y no encuentran empleo, necesitan que su gobierno sea más lo segundo que lo primero.
Lo que España ha ofrecido en la ONU para Haití representa más del 30 por ciento de lo que los países de la Unión Europea aportarán para remediar los daños que causó el terremoto en Haití.
España, junto a Grecia, Portugal e Irlanda son países europeos que necesitan ayuda para resolver la crisis económica que ha empobrecido a sus habitantes.
Ahora y en el futuro previsible, los españoles parecen más necesitados de ayuda de otros que en disposición de ayudar a los demás.
La población española representa apenas el diez por ciento de toda la población de la Unión Europea, en ingresos por habitante ocupa el decimoquinto lugar y el penúltimo en porcentaje de desempleados.
Con una población siete veces mayor que la de España y un ingreso por habitante que supera en un 50 al de los españoles, el gobierno de los Estados Unidos ha prometido 2.900 millones de euros para ayudar a Haití.
Comparativamente, los españoles son los ciudadanos más generosos del mundo, lo que contradice el dogma de que todos los hombres somos iguales.
El factor que hace diferentes a los españoles de los otros pueblos de la tierra es, evidentemente, el gobierno.
El de España, para bien o para mal de quienes lo han elegido, es mucho más desprendido siempre, naturalmente, que la solidaridad la practiquen con dineros que no son suyos.

jueves, 25 de marzo de 2010

DESPENALIZAR Y REGULAR LA CORRUPCION

La discusión sobre los frecuentes casos de corrupción había encrespado el habitualmente mesurado tono de la tertulia de viejos de la que era mentor y árbitro Salomón Cabeza Sagaz.
--“Vuestro Estado de Derecho”—acusó Ramón Pichaymedia a El Ditero—“no es más que un Estado de Delincuentes. Nunca tantos habían robado tanto”.
--“El Estado de Derecho”—replicó el increpado—“permite que se denuncie a los sinvergüenzas, mientras que la Dictadura castigaba a quienes los denunciaban”.
--“Había menos corrupción”—sentenció Ramón—“porque los funcionarios temían al castigo de la autoridad”.
--“Y ahora parece que hay más porque los fascistas aprovechan la libertad de prensa para desprestigiar a la democracia”.
Salomón, al que llamaban Alfonso Décimo por la sabiduría que le reconocían, asistía a la disputa aparentemente desinteresado, aunque consciente de que le solicitarían arbitraje.
--¿“Hay ahora, Salomón?”—se decidió Ramón—“ ¿más corrupción que antes?”.
--“¿No es verdad que la democracia?”—arrimó el ascua a su sardina El Ditero—“puede solucionar mejor que la Dictadura el problema de la corrupción?”
Aunque estaba preparado desde hacía tiempo para intervenir y poner orden, Alfonso Décimo se lo tomó con calma. Apuró el resto de manzanilla, se sirvió otra copa, escogió la loncha de jamón mejor veteada de tocino, la engulló y miró como con sorpresa a sus contertulios.
--“Escandaliza la poca honestidad de los gobernantes y no su incompetencia”—masculló—“aunque los hayáis votado para que resuelvan los problemas que prometieron solucionar y eviten los que deberían haber previsto que surgirían”.
Desde el Olimpo de su sabiduría los amonestó:
--“Si queréis gobernantes frugales, escoged un ermitaño que haya optado por la pobreza como forma de vida. El político aspira, ante todo, a conseguir y conservar el poder”.
--“La rapacidad es un vicio en todo ser humano, pero no el que debería servir de baremo para enjuiciar a un político que, ante todo, debe resolver los problemas de sus conciudadanos y si además lo hace sin forrarse, mejor que mejor”.
Lo miraron desconcertados, pero El Ditero se atrevió:
--“Entonces, ¿todos los políticos se aprovechan del poder para hacerse ricos?”.
--Todos los que crean que el peligro de que los descubran es menor que el beneficio que obtendrán”.
Les explicó que si hay más denuncias de funcionarios corruptos es porque los políticos, al vender sus favores, cambian lo que no es suyo por lo que les pertenecerá en propiedad y porque los políticos están más expuestos que otros ciudadanos a la fiscalización pública de sus actos.
--“Pero el Estado de Derecho puede acabar con la corrupción”—casi imploró El Ditero—“mejor que la Dictadura”.
--“Efectivamente”—concedió Alfonso Décimo—“bastaría repetir lo que ya hizo con el adulterio, la mariconancia, el consumo de drogas o el aborto: despenalizar la corrupción y regularla.
Lo miraron expectantes:
--“Lo peor de la corrupción es que suscita muchos agravios comparativos, por no estar regulada. ¿Es lo mismo vender favores al que te regale unos trajes, al que te pague 40 millones por unos cursos en Nueva York o 1600 millones por emplear a tu hija? Debería aprobarse una ley que fijara topes máximos para los distintos favores administrativos irregulares, que el corruptor podría deducir como gastos en su declaración de la renta y el corrompido sumar como ingresos en la suya.
--“Y sería”—aplaudió Ramón Pichaymedia—“una forma de luchar contra la economía sumergida”.
Salomón concedió:
--“Sería eso, además”.

jueves, 18 de marzo de 2010

SEGUIDILLAS DE LA TARJETA DE BIBIANA

Tratar mal a una dama
tendrá un castigo
que ha ideado con saña
Bibiana Aido.
Los culpables se quejan
que su delito
no merece la afrenta
del correctivo.
Y es que quiere Bibiana
que al maltratante
le muestren la tarjeta
de amonestarle.
Rigurosa en exceso
ven la medida
y más cruel la enmienda
que la caída.
Aunque fuera su falta
mas que mezquina
les parece un abuso
la cartulina.
Por piedad le suplican
a la ministra
que no los equipare
con futbolistas.

miércoles, 17 de marzo de 2010

UNIVERSIDAD, FEMINISMO Y BIBIANA

La osadía es un peligro público si la protagoniza un gobernante que, en el ejercicio de sus responsabilidades ministeriales, impulsa reformas que afecten a quienes está obligado a gobernar con prudencia.
Mientras más alta sea la jerarquía del gobernante osado más graves serán las consecuencias de sus decisiones, por lo que no es equiparable el error de un rey absoluto como Fernando VII al de una audaz ministra como la de Igualdad Bibiana Aido.
Fernando decidió crear en 1830 la Real Escuela de Tauromaquia, después y como aparente expiación por el cierre de todas las universidades de España.
Aunque no deslumbren como focos de irradiación de conocimientos y cultura, las universidades españolas están actualmente repletas de alumnos afanados en terminar cuanto antes sus estudios para engrosar las listas del paro.
Pero, aunque las escuelas y facultades estén abiertas y abarrotadas de alumnos, la enseñanza universitaria en España--como todo el país—atraviesa una honda crisis, o al menos esa es la percepción generalizada.
Y para sacarla de la crisis en que está sumida, ¿de quien esperar el remedio, sino de la Ministra Aido?
En el solemne recinto del Senado, el adusto discutidero en el que las más reposadas, preclaras y sagaces mentes nacionales esparcen sabiduría con la voz de su experiencia, Bibiana ha propuesto que el feminismo ocupe “un lugar en la formación troncal” de los estudios universitarios españoles.
Como toda solución genial a un problema complejo, la de Bibiana Aido sorprende por su aparente simplicidad.
No tiene el empaque de la solución que Fernando séptimo dio al cierre de las universidades creando la escuela de tauromaquia, pero la de Bibiana posiblemente sea más eficaz.
Porque, ¿a quién se le hubiera ocurrido estudiar en la escuela de ingeniería la resistencia de materiales inspirándose en el feminismo, o la propagación de las ondas sonoras en el reclamo de la perdiz, según su sexo?

lunes, 15 de marzo de 2010

DISCUSION TABERNARIA POR LA ECONOMIA SOSTENIBLE

El significado de economía sostenible parecía irrelevante pero, por la enconada controversia que suscitó, se diría que discutían la conveniencia de la cebolla en el sofrito para la paella.
--“La economía sostenible”—pontificaba El Ditero con aplomo impropio de su aspecto escuchimizado—“es la solución democrática contra la explotación de la clase obrera por los señoritos y la aristocracia”.
--“Es un invento del que nunca ha dado el callo”—replicó con sonrisa de medio lado el corpulento Ramón Pichaymedia—“porque si se hubieran tenido que manchar las manos con barro y no con tinta, no dirían tonterías".
Si no llegaron a las manos no fue por la amistad que los unía, sino por carecer del vigor que requiere liarse a golpes, por miedo a recibir más de lo que dieran y porque, para ejercer como siempre de árbitro, contaban con Salomón Cabeza Sagaz.
A petición de partes, intervino Alfonso Décimo:
--¨Lo de economía sostenible aparece en la Ley que, para salir cuanto antes de la crisis que tiene en coma a medio mundo, empezará a hacer efecto en España dentro de veinte años”.
Por la mesura de su voz o por la autoridad que sus contertulios le concedían y que tanto lo halagaba, El Ditero y Pichaymedia lo escuchaban como si esperaran oir cantar a los niños de San Ildefonso el número de su décimo de lotería.
--“La economía”—recitó—“es una ciencia que estudia la producción, intercambio, distribución y consumo de los bienes y servicios que necesita el hombre”.
--“Los economistas”—siguió—“se especializan en microeconomía, que se refiere a los consumidores directos y a las empresas, o macroeconomía que trata, globalmente, de la producción, el desempleo, la balanza de pagos, la inflación o el impacto de los salarios”.
--“No me digas”—se atrevió a interrumpir El Ditero—“que la economía sostenible la ha inventado Zapatero”.
--“No te lo digo”—concedió Salomón—“porque Zapatero no es capaz de inventar nada. Se limitó, como siempre, a tomar el rábano por las hojas y a llamar economía sostenible a lo que el Informe Brundtland definió en 1987 como Desarrollo Sostenible: “satisfacer las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer las posibilidades de las del futuro para atender sus propias necesidades”.
--Pues si es eso, Zapatero lleva razón, aunque se haya equivocado en el nombre de su Ley.
--Pues lo que yo creo—replicó Ramón-- es que Zapatero tiene que arreglar los problemas de ahora y no los de luego porque la única economía que necesitamos es la que sea rentable ahora y no dentro de 20 años para que no nos cueste el dinero que ahora no tenemos, sino que produzca el que hace falta.
--Por eso –defendió El Ditero--está haciendo centrales solares y molinos de viento para la electricidad.
--Con subsidios que pagamos entre otros—acusó Ramón-- y cobrando más cara la electricidad que la nuclear o la hidráulica.
--Es economía sostenible—desafió El Ditero—porque durará siempre.
--Es sostenible—vaticinó Ramon-- porque sin ayuda del Estado se derrumbaría.
Salomón miró al techo, hizo una seña al Pitorro y le pidió media de manzanilla y un plato de jamón bien cortado, y generoso en tocino.

domingo, 14 de marzo de 2010

LA DECISION DEMOCRATICA DE SUBIR EL IVA

Andaba El Ditero, que por algo es hombre de números, echando cuentas sobre cuánto le va a costar la subida del IVA que trama Zapatero y se debatía en sentimientos contradictorios, como diría su admirado Salomón Cabeza Sagaz.
--Bien mirado, y teniendo en cuenta que el gobierno se ha quedado sin cuartos, o gasta menos o rebaña más.
--Pues que gaste menos—saltó como un cigarrón Ramón Pichaymedia—y quite ministros que para nada sirven o les prohiba que viajen y se gasten un dineral.
Ramón seguía escandalizado por el derroche de policías, asesores, y periodistas en el reciente viaje de María Teresa Fernandez de la Vega a su pueblo, el que menos se había visto perjudicado por las inundaciones en Andalucía.
--Tan poco tenía que hacer aquí, que ni éste—señaló con un gesto a Alfonso Décimo—se molestó en asomarse a verla, por mucho que entienda de política.
Salomón, que si no lo hubieran aludido habría guardado su neutral silencio, aclaró:
--No fui a verla por lo mismo que me niego a visitar sitios que, vistos personalmente, te decepcionan al compararlos con lo que habías visto antes en televisión.
El Ditero, hombre de buen conformar y predispuesto a no discutir, concedió:
--Habrá que pagar el IVA porque, como advirtió el propio Zapatero en Sevilla, la subida es una decisión democrática.
--“Las decisiones, hasta que el Jefe del Gobierno habló en Sevilla como Jefe de su Partido”—adoctrinó Salomón a sus secuaces—“son acertadas o erróneas, pero que se tomen de forma unipersonal o colectiva no modifica su idoneidad o su torpeza. Una decisión democrática torpe solo quiere decir que se equivocaron todos los que la adoptaron”.

viernes, 12 de marzo de 2010

FRANCO Y ZAPATERO, DIFERENTES

Si emplear el tiempo en cavilaciones banales es una de las más regaladas ocupaciones del hombre, dedicarlo a decidir si todos los hombres son iguales es, más que perderlo, derrocharlo.
Porque basta echar una mirada alrededor: todos los humanos somos distintos en estatura, volumen, aspecto facial, longitud nasal o abundancia capilar.
Por si esas diferencias fueran insuficientes, ¿por qué lo mismo que se critica en unos se elogia en otros?
Como botón de muestra, véase el caso del Caudillo y Zapatero: la tendencia prohibicionista de ambos es similar, pero mientras se elogia la del segundo, se critica la del primero.
El Caudillo prohibía el comunismo y Zapatero el fascismo y siendo ambos totalitarismos idénticos, ¿por qué se aplaude lo segundo y se condena lo primero?
El Caudillo perseguía la mariconería y Zapatero la alienta. Si era la misma anomalía antes que ahora, ¿por qué se reprochaba a Franco y se elogia a Zapatero?
¿Por qué critican el estímulo de Franco a la castidad y el de Zapatero al aborto, si ambas aberraciones persiguen el mismo encomiable objetivo de librar al planeta tierra del Ser Humano?
El Caudillo prohibía la sindicación libre y Zapatero subvenciona a los sindicatos antes perseguidos. ¿Por qué, si ni antes ni ahora sirven para nada?
Si la mayor parte de las estatuas votivas enfeecen más que embellecen el paisaje urbano ¿por qué Franco alentaba que erigieran las mismas estatuas que Zapatero derriba?
(Eso puede que tenga explicación porque para que te erijan una estatua tienes que haber hecho algo, mientras que para derribarlas no hace falta haber hecho nada).
En definitiva, que si elogian a un personaje por lo mismo que abuchean a otro es porque más vale caer en gracia que ser gracioso.
O lo que es lo mismo: que por mucho que nos empeñemos, no somos todos iguales.

jueves, 11 de marzo de 2010

LA IDENTIDAD DEL ESPAÑOL

Escampó de forma tan inesperada después de tres meses de lluvia incesante que el desconcierto cundió entre los habitantes del pueblo del Valle Medio del Guadalquivir, habituados a resguardarse día y noche de los aguaceros.
Salomón Cabeza Sagaz, apodado Alfonso Décimo, era uno de los ofuscados porque, sin la más perentoria de sus preocupaciones de los noventa días pasados, se sumió en honda melancolía.
Taciturno e introspectivo crónico, Salomón autodiagnóstico su trastorno como fase inicial de mutación identitaria.
--“Que con tanta agua”—les aclaró a sus acólitos cuando le preguntaron qué le pasaba—“he dejado de sentirme batracio, para convertirme no sé si en bicho de pelo o de pluma”.
Ya en la añorada época diluvial, aparentemente superada, a Salomón le había dado por leer y escuchar todo lo que se había dicho y escrito sobre la identidad de los españoles y sus regiones, a propósito de unas declaraciones de la vasca Rosa Diez sobre los gallegos.
Había llegado a la conclusión de que el pueblo español del que formaba parte lo integraban individuos solemnes, pomposos, grandilocuentes, propensos a ridiculizar a los demás e incapacitados para reírse de ellos mismos.
--Los españoles somos aficionados a contar chascarrillos porque, al carecer personalmente de la originalidad del humor, repetimos la ironía prestada de los chascarrillos. Como no tenemos gracia, repetimos la gracia que a algún desconocido se le ocurrió”.
Pero Alfonso Décimo, conspicuo observador de todo lo que lo rodea, anda últimamente elaborando una teoría sobre el cambio de identidad que se está operando en los españoles, como consecuencia de la evolución del medio en que vive.
--“Hasta que el Caudillo se fue a descansar a la residencia que se había hecho en Cuelgamuros”—aleccionó a sus contertulios—“el hambre endémica había forjado el carácter de los españoles y los hizo atrevidos, osados, trabajadores y siempre preocupados por ganarse la vida”.
--“Pero la Democracia llegó con la opulencia bajo el brazo y, entre las construcciones en la playa y las subvenciones estatales, el español se liberó de la necesidad de trabajar y ya no lo hacen ni los inmigrantes”.
--“Entonces”—tiró por derecho El Ditero—“¿qué somos?”.
--Si fuéramos capaces de pensar por nosotros mismos, bastaría citar a René Descartes para justificar nuestra existencia porque es el pensamiento lo que justifica al francés, que puede quedar tranquilo al afirmar, “Cogito, ergo sum”.
“Los españoles, que si no están en paro perderán pronto sus empleos, podrán decir: “vaco, ergo sum”, que en una traducción entendible significaría algo así como “no le doy un palo al agua, luego existo”.

miércoles, 10 de marzo de 2010

SALIR DE LA CRISIS O SALIR DE IRAK

El Ditero, que llevaba el ojo derecho tapado con un parche desde que el oftalmólogo de guardia del Reina Sofía de Córdoba se lo tapó para curarle la fisura en la córnea que le hizo la pezuña de un jamón, insistía en que no lo veía claro.
--“Si es tan inútil como decís”, repetía erre que erre, “¿por qué es el Presidente y sacó más votos cuando lo reeligieron que cuando ganó la primera vez?”.
--“Porque”—insistía en su cantinela Ramón Pichaymedia, que culpaba hace tres meses a Zapatero de la sequía y lo acusaba ahora porque no dejaba de llover—“engaña a los españoles”.
Salomón Cabeza Sagaz, que engullía unas puntillitas primorosamente fritas, ayudándose con frecuentes libaciones de manzanilla, presidía como un Pantocrátor la disputa de sus acólitos.
--“¿Que nos engaña?”—se encrespó el Ditero—“¿Nos engañó cuando nos sacó de la guerra ilegal de Irak, en la que nos metió Aznar?”
El agricultor Pichaymedia, que ni sabía ni le interesaba saber por donde quedaba Irak ni si hay guerras legales o ilegales, no dejaba de pensar en los guarros que este año había tenido que vender diez euros por arroba más baratos que el año pasado, ni en las vacas atascadas en el barrizal de su finca.
--“De donde nos tiene que sacar es de la crisis, que de Irak ya nos habrían echado tarde o temprano los moros”.
Salomón, al que apodaban a sus espaldas Alfonso Décimo, seguía impertérrito en su afán de devorar lo que El Pitorro les había servido.
--“Díle a éste”—le imploró El Ditero—“si tiene o no más mérito sacarnos de Irak que de la crisis”.
Alfonso Décimo agarró una servilleta de papel, se limpió cuidadosamente los labios, sacó un Ducado, lo prendió, le dio una profunda calada, expelíó una bocanada de humo, miró al techo y murmuró:

Sacar las tropas de Irak
fue mucho más meritorio
que cerrar el Purgatorio
por indulto general.

martes, 9 de marzo de 2010

ESPAÑA Y SU IDENTIDAD

Mal van las cosas cuando no van bien y en España han ido rematadamente mal en los últimos tres mil años, salvo en esos efímeros lapsos en los que la euforia por un triunfo deportivo, el descubrimiento casual de un Mundo Nuevo o la victoria inesperada contra un invasor invencible descubrió a los españoles un destino común.
Los fulgores épicos escasean en la rutina histórica por lo que, en un cómputo benévolo de los pasados tres mil años, no llegan a 365 los días en que los españoles se identificaron como parte integrante de un mismo pueblo.
Los 2.999 años restantes, la mitad de los españoles se dedicó a que la otra mitad se resignara a la identidad que pretendían imponerles.
Con esto de las autonomías el problema se ha multiplicado por diecisiete.
Baste como muestra el zipizape que suscitó la vasca Rosa Díez al referirse al carácter supuestamente definitorio de la identidad del individuo oriundo de Galicia.
Por eso, es imprescindible consensuar la identidad del español como individuo, antes de acometer la tarea de definir al español como pueblo.
Lograremos poner los bueyes delante de la carreta para que, de una vez por todas, las tribus que usufructúan el medio millón de kilómetros cuadrados de la actual España funcionen armónicamente como pueblo.
Hay un método infalible para que, en la intimidad infranqueable de la única libertad inviolable, la del pensamiento, cada uno de los 46 millones de ciudadanos con nacionalidad española se sincere consigo mismo y averigüe si se identifica como español.
Que cada uno, a solas y sin compañía de otros, coloque ante su vista una estampa del cuadro “El Entierro del Conde de Orgaz”. Si se siente identificado con alguno de los solemnes personajes taciturnos, trascendentes e impecablemente engolados de la parte inferior del cuadro, es indudablemente español.
El retrato del Caballero de la Mano en el Pecho es también una piedra de toque idónea para calibrar su genuina españolidad. Mientras más identificado se sienta con el modelo, más español será.
Porque cada cual es como quiere aparecer ante los demás y los españoles son solemnes, taciturnos, dramáticos y siempre a punto de presentarse ante Dios Padre.
El español tiene derecho a reírse de los demás, pero les niega a los demás el derecho a que se rían de ellos porque todavía no han aprendido a reírse de ellos mismos.