jueves, 27 de marzo de 2014

SEMANA SANTA



Los devotos de una religión que se fundamenta en un dios que se rebajó  a materializarse en hombre y morir como cualquier mortal para resucitar y  abrir la puerta del Paraíso a los que crean en su Divinidad se preparan desde hace semanase para pasear imágenes de dolor y muerte por las calles de España.
¿Por qué imágenes del dolor y muerte de Cristo y de su Madre si lo que evidencia la divinidad de Jesús de Nazaret es su resurrección y no su muerte?
Transforma así esta peculiar interpretación del cristianismo de religión de gozo, esperanza y vida eterna en una exaltación del dolor y la muerte.
Parece como si cada pueblo adecuara sus creencias a la característica definitoria de su carácter y que el sentimiento trágico de la vida español se hubiera contagiado a algunos de los pueblos a los que arrastró en su herética contrarreforma tridentina.
Sólo parcialmente rememoran la pasión y muerte de Cristo más que su resurrección algunos países latinoamericanos, y tibiamente Italia e Irlanda.
En Portugal, como en el resto de los países con culturas emanadas del cristianismo, el día más importante de la Semana Santa es el domingo de Resurrección y no, como en España, el jueves y viernes santos.
Sólo en su heroicidad o cobardía se sublima el español, poco dado a aceptar la rutinaria mediocridad del dolor o el gozo cotidianos.
El dramatismo teatral del dolor y la muerte se presta más a la exteriorización del sentimiento español que la del sereno disfrute del bienestar rutinario conseguido gracias a un esfuerzo constante.
Por eso, seguramente, es por lo que los españoles del sur y del levante, que sobresalen por sus manifestaciones de explosiones pasionales a los del resto del país, los que con más entusiasmo y teatralidad lloran y sufren en Semana Santa.
Como consecuencia de esa característica forma de ser española de los más apasionados de sus habitantes, la semana de exaltación de una religión monoteísta se asemeja a las celebraciones de las politeistas, que creen que no hay Dios único sino que los atributos de la divinidad los comparten varios dioses.
Ha llegado a ser así la semana santa española una especie de guerra religiosa en la que los partidarios de cada uno de los dioses que pasean sirve para que los partidarios de cada uno de ellos se imponga a los de los demás.
Es así la Semana Santa Española una vuelta a la idolatría premonoteísta. Una manera de imponerse los adoradores de un dios particular a los seguidores de los dioses particulares de los demás.