jueves, 21 de mayo de 2015

ELECCIONES: QUE LO QUE SIGUE SIENDO NO LO PAREZCA



¿Qué le importa al cerdo el nombre del porquero? ¿Aligera el peso que tiene que cargar el caballo si la piel del jinete es blanca y no negra?
Si el vencedor no lo enchufa en una colocación cómoda y bien pagada, ¿qué mas le da al votante que gane las elecciones PP, PSOE, Podemos, Ciudadanos o cualquier otro partido?
Algo tan superfluo y artificial como el recurso electoral no basta para alterar las naturales aspiraciones básicas del hombre: alimentarse, perpetuarse y mandar para que otros lo obedezcan y, así,  no tener que obedecer a otros.
Porque, ¿qué busca el que dirija el partido que gane las elecciones?
Garantizarse las condiciones de vida a las que aspira, que lo suceda el que designe para sucederlo y  mandar a los que, por el cargo obtenido al ser electo, estén obligados a obedecerlo.
Con o sin elecciones, con democracia o dictadura, el que manda es único y los que obedecen, multitud.
Es el sistema electoral, de moda en las sociedades que se autoconsideran avanzadas socialmente, un medio más sutil y engañoso que el dictatorial, propio de pueblos primitivos.
Una envoltura más tentadora para inducir a comprar un producto igual de grosero: obedecer al que mande.
Al sometido a obedecer al dictador le quedaba la excusa exculpatoria de que lo hacía obligado, para evitar el castigo físico o el aislamiento social.
Pero, ¿qué puede aducir en su favor el responsable nominal de que lo tiranice el gobierno en cuya elección participó?
Ya que el resultado de cualquier modalidad de establecer jerarquías en la sociedad es el mismo, sin elecciones, al menos, queda el derecho al pataleo.
Con la mal llamada democracia electoral, ni eso.