miércoles, 10 de diciembre de 2014

EL CARÁCTER ESPAÑOL




Los viajeros extranjeros que llegaron a España en pleno vendaval del romanticismo vieron a los españoles, naturalmente, como violentos, apasionados, generosos y reacios a la disciplina.
Los regeneracionistas proponían lo contrario: Joaquín Costa, uno de los más destacados del movimiento, pedía para España  “escuela, despensa y doble llave al sepulcro del Cid”.
Los de la generación del 98 predicaban impregnar a los españoles de la sobriedad castellana y, antes de que España fuera España, ya el carácter de sus habitantes mostraba a quienes los observaran rasgos contradictorios.
Para el galo-romano Pompeyo Trogo, “los hispanos prefieren la guerra al descanso y, si no encuentra con quien pelear fuera, lo buscan dentro”.
Julio César, el conquistador de las Galias y jefe de Pompeyo Trogo, tenía de los hispanos una opinión radicalmente opuesta: “ los hispanos”—aseguran que dijo—“viven para beber”.
 Conclusión, si los españoles son sobrios y ebrios, valientes e indolentes, soñadores y materialistas, son como los ciudadanos de cualquier otro país o región del mundo.
Un chiste que se contaba en tiempos de la oprobiosa dictadura de Franco mostraba el arquetipo español, representado por un viejo conformista con sus desgracias.
 --9-12-1946: Una multitud, naturalmente fervorosa y justamente indignada, vitorea y aclama al Jefe del Estado y Caudillo de España, Francisco Franco Bahamonde,  como desagravio y señal de adhesión inquebrantable porque las recién creadas Naciones Unidas (que todavía se conocían por UNO (United Nations Orgazation) habían condenado su régimen.
La organización había votado para, además, castigar a Franco con la ruptura de todo tipo de relaciones y, días después, se llevó a cabo la retirada de Madrid de embajadores extranjeros.
El Caudillo, en esa como en todas las ocasiones, pronunció una vibrante arenga, que concluyó advirtiendo: “…el bravo e indoblegable espíritu español sabrá hacer frente a la conjura judeomasónica, liberal, comunista y capitalista que acabaremos derrotando, aunque tengamos que comer mierda”.
Un diario dio cuenta de que un viejecito, que tapaba su calva con una desteñida boina y que seguía el discurso desde la primera fila, levantó tímidamente la mano y preguntó: “Mi general, ¿y habrá mierda para todos?.
La prensa que,si ahora está sometida a sus propietarios lo estaba entonces al gobierno del régimen, destacó que en aquél acto de fervor incondicional, una gran pancarta advertía: “Si ellos tienen UNO nosotros tenemos DOS”.