jueves, 10 de agosto de 2017

LA TERRAZA Y EL CHILL-OUT



Cuando el generalísimo ni siquiera se resfriaba, un militar retirado se asentó en mi Palma  del Rio y, en la ancha avenida orientada al Norte, abrió el Bar Guanche, con su terraza y todo.
En esa terraza, durante la noche, resbalaba el aire que soplaba desde la sierra y los parroquianos esperaban divinamente hasta que la madrugada los empujara hacia sus casas.
Todavía antes, la gente esperaba durante horas, sentadas en las puertas de sus casas o en sillones que los bares sacaran a sus puertas, la llegada del fresco aliento con que se anuncia el día.
La gente de hoy, que es igual que la de ayer y que la de mañana, sigue haciendo lo mismo porque el mismo calor que hacia antes lo hace chispa más o menos ahora y, a la gente humana de ahora, le fastidia tanto el calor o el frío como a la de antes.
La única diferencia apreciables es la manera de decir  donde se sientan esperando que refresque.
Ahora lo hacen en lo que llaman pomposamente chill-out que así, literalmente, quiere decir  “exterior fresco”, a lo que los antiguos llamaban terrazas.
Es menester ver lo que hemos adelantado y, sin embargo, por mi pueblo seguimos cociéndonos en nuestro propio sudor en cuanto pasan los carnavales.