sábado, 27 de julio de 2019

DE POLITICOS Y PROFETAS


     
  En aquellos tremendos tiempos idos, el hombre recurría a lo que dijera el más pirado de todos, el profeta, para saber lo que iba a ocurrir.
El resultado inexorable era que, como el profeta hablaba de una manera que nadie entendía, cuando pasaba lo que tenia que pasar los pillaba a todos en el retrete y con las bragas por las rodillas.
Un suponer: imagínense que a un pueblo que hablara un  idioma tan ininteligible como es para los españoles más torpes el acento andaluz, le dijeran: “Mane, techel, fares”.
Es lo que, se cuenta, apareció escrito en las paredes del salón del palacio de un rey de Babilonia que tenía encarcelados a los judios, uno de los cuales escribió después la historia.
--Entonces hay que dudar tanto de esa versión como de las que escribe El Pais  sobre Pedro Sanchez, que es el que los convida a molletes con manteca colorá.
Los españoles no andaluces, que parece que todavía llevan parte de la cáscara de huevo pegada el culo,  con ese tonillo de autosuficiencia con el que  disfrazan su desfachatez, sinónimo de inverecundia, contestarían “…venga ya…”.
El aire despectivo de la respuesta enmascara la ignorancia, sustentada en la cerrazon mental del que se defiende despreciando al que sabe que debería admirar.
--¿Y que paso con esas palabras raras?
--Pues que un sabio naturalmente judio,  que era el pueblo al que tenía esclavizado como a mujer del siglo XXI el gachó que daba el banquete, les explico la explicación del arcano.
En definitiva, les dijo lo que a él le convenía que creyeran lo que decía lo escrito en las paredes: que como no soltara a los judios que tenían presos se iba a enterar.
--¿Y los soltó?
-- Y hasta celebraron en adelante matrimonios mixtos, en los que los babilonios se casaban con judias, que estaban tan sabrosas como las habichuelas de los potajes.
--Si es que lo que ahora que hay de todo falta, son profetas.
--Los hay. Los llaman políticos y, como los profetas de antes, viven divinamente del cuento.