domingo, 15 de marzo de 2009

NEP: NUEVA POLITICA ECONOMICA (1)

El acuciante pálpito de una inminente devaluación del dólar lo hizo llamar a su secretaria, entregarle un cheque por la casi totalidad del saldo de su cuenta y mandarla al banco para que le comprara monedas de oro de 50 pesos, llamadas en México Centenarios.
Tuvo Irak que invadir Kuwait, 16 años después, para que el oro recuperara la cotización al que lo había comprado.
Sin escarmentar, reincidió dos o tres veces en aventuras similares. Gracias a un enviado por Mammon llamado Manuel Pizarro, le ganó unas perras a su inversión en Endesas.
Que éste prólogo sirva de aviso a los incautos, porque tan acreditado inepto en sus propias finanzas es quien tiene la osadía de aconsejar sobre las ajenas:




Es revolución liquidar lo que ha dejado de funcionar para, sobre sus ruinas, construir algo más eficaz.
El mecanismo motor de la economía, basado en la usura y en las irregulares oscilaciones de los intereses que gravan la retribución de los préstamos bancarios, se ha parado.
El crédito, sin embargo, es indispensable para que la economía, base de la prosperidad, mantenga un dinamismo homogéneo y sin oscilaciones imprevisibles.
Hay que evitar, por tanto, que quede al capricho voluntarista o interesado de los banqueros la fijación de los intereses del crédito y confiar esa responsabilidad a los poderes públicos, sujetos a la fiscalización de los electores.
No solamente se evitaría el enriquecimiento fraudulento de los banqueros a costa del diferencial que pagan a los ahorradores por su dinero y lo que cobran de intereses a sus acreedores, sino que disuadiría a los depositantes de caer en la tentación de entregar sus ahorros a los bancos, a cambio de intereses irrisorios.
No habría ahorro, lo que implicaría que, lo que a un particular le sobra para vivir, lo gastaría inmediatamente y, así, dinamizaría el consumo y la creación de empleo.
Un sistema económico cimentado en el gasto de los excedentes de salarios y beneficios aumentaría de forma uniforme y constante la demanda de bienes y servicios, su producción para adecuar la oferta a la demanda y, como consecuencia, el bienestar de la sociedad.
El aguafiestas de turno se preguntará ¿y de dónde sale el dinero para inversiones?
“Take it easy, buddy, keep cool”, lo tranquilizará el experto.
El Estado, basándose en cálculos infalibles sobre el incremento previsible de la demanda y la producción, acuñara moneda y aumentará el circulante en la misma proporción en que se estime el aumento de la riqueza.
Servirá para dotar con los fondos precisos las inversiones convenientes.
Todo resuelto. Un mundo de crecimiento económico sostenido, libre tanto de inflación como de deflación y, sobre todo, de banqueros.
Pero, además de garantizar una prosperidad estable, la Humanidad alcanzaría la paz espiritual al acatar, por fin, mandatos de la Iglesia impartidos por sus Concilios de Vienne y Letrán:
En el de Vienne, cerca de Lyon, además de suprimir a los Templarios, la Iglesia tachó en 1311 de “herejía” la práctica de la usura.
En el de Letrán, en 1179, excluyó a los usureros de la comunidad cristiana, prohibió que se les enterrara cristianamente si morían sin arrepentirse y, como prueba extrema del rigor de su condena, mandó a sus clérigos que rechazaran sus limosnas.
Inusitadamente grave debe ser para la Iglesia la usura si ni siquiera admite el dinero que puedan donarle los usureros.
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(1) La anteriormente expuesta NEP es de casta distinta a su homónima que, aprobada en el décimo congreso del Partido Comunista de la URSS y promulgada el 21 de Marzo de 1921, restableció parcialmente la propiedad privada. No se deben mezclar los chivos con las cabras.