Es la añoranza “una tristeza melancólica originada por el recuerdo de una dicha perdida”.
Por lo menos así la define el Diccionario de
la Academia Española de la Lengua, responsable de dictar qué es qué.
Así que la añoranza se agudiza con el paso de los años y es directamente
proporcional al tiempo ya vivido.
Es por lo tanto la felicidad un concepto relativo e individual que a
veces se contagia a la gente buena que la contempla en otros y que, por lo
general, incomoda a la gente normal envidiosa del bienestar ajeno.
Es lo del famoso viejo idiota al que se le
alegraba la pajarilla cuando veía que otro más desgraciado se relamía al comerse
las hierbas que había desechado.
Y es que todas esas tramposas teorías sobre
el poder gratificante de la humildad y el desprendimiento son inventos de los
listos satisfechos para aplacar a los tontos menesterosos.
Si alguien prohíbe comerse aquella manzana
tan provocativamente tentadora tendrá una
razón para hacerlo: querrá merendarsela personalmente.