Si el Caudillo
aun viviera
yo sería su
ordenanza,
que buen
comandante era.
Para prosperar en la vida, civil o militar,
se recomienda seguir dos líneas paralelas: saber lo que se quiere y cómo
conseguirlo.
El añorado
Caudillo tenía claro desde su más tierna infancia que, como todo nacido de
mujer, también debía escoger una opción y renunciar o aplazar la otra.
A Franco le
hubiera gustado que le concedieran esa condecoración pero sobre todo quería
mandar y que los demás lo obedecieran.
Lo demostró
cuando le dijo a sus superiores que prefería ascender a general en lugar de ser
condecorado con la Laureada por una acción bélica contra las pandillas de los
cheljas marroquíes, en la que lo hirió una bala.
Acertó en su
elección porque el generalato, pasados los años, le permitió concederse a sí
mismo la Laureada.
¿Y qué habría
pasado con este incordio catalán si hubiera pillado al Caudillo con la edad que
tenía cuando el episodio de Marruecos?
Pues que me
habría ordenado a mi, como su ordenanza, que convocara a despachar a algún
general.
Y una vez
intercambiados los saludos de reglamente, le habría ordenado al convocado: “Me
arregle lo de Cataluña”.
Y, después de
eso, se habría marchado tranquilamente a matar perdices o a pescar ballenatos.
“Dichosa edad
y siglos dichosos aquellos….”