domingo, 24 de septiembre de 2017

DICHOSA EDAD



Si el Caudillo aun viviera
yo sería su ordenanza,
que buen comandante era.

    Para prosperar en la vida, civil o militar, se recomienda seguir dos líneas paralelas: saber lo que se quiere y cómo conseguirlo.
El añorado Caudillo tenía claro desde su más tierna infancia que, como todo nacido de mujer, también debía escoger una opción y renunciar o aplazar la otra.
A Franco le hubiera gustado que le concedieran esa condecoración pero sobre todo quería mandar y que los demás lo obedecieran.
Lo demostró cuando le dijo a sus superiores que prefería ascender a general en lugar de ser condecorado con la Laureada por una acción bélica contra las pandillas de los cheljas marroquíes, en la que lo hirió una bala.
Acertó en su elección porque el generalato, pasados los años, le permitió concederse a sí mismo la Laureada.
¿Y qué habría pasado con este incordio catalán si hubiera pillado al Caudillo con la edad que tenía cuando el episodio de Marruecos?
Pues que me habría ordenado a mi, como su ordenanza, que convocara a despachar a algún general.
Y una vez intercambiados los saludos de reglamente, le habría ordenado al convocado: “Me arregle lo de Cataluña”.
Y, después de eso, se habría marchado tranquilamente a matar perdices o a pescar ballenatos.
“Dichosa edad y siglos dichosos aquellos….”