martes, 22 de septiembre de 2009

LAS BASURAS DE GALLARDON

Si el Partido Popular consiente que Alberto Ruiz Gallardón cobre en Madrid la tasa por recogida de basuras, su cruzada contra la subida de impuestos que pretenden los socialistas de José Luis Rodríguez Zapatero habrá sido un timo a los ciudadanos.
Con la llegada a los buzones de correos del aviso de cobro ya ha quedado claro que, por mucho que alardee de coherencia Mariano Rajoy, para su partido no es lo mismo predicar que dar trigo.
El daño a la credibilidad del Partido Popular ya lo ha hecho Gallardón.
Para que no perjudique fatalmente las favorables perspectivas electorales que la campaña de descrédito contra Zapatero les estaba reportando, Rajoy y la dirección del PP deberían frenar en seco, y cuanto antes, al alcalde de Madrid.
Si no lo hicieran, que dejen de criticar al Presidente del Gobierno y cambien su discurso de que el aumento de impuestos frena la recuperación de la economía.
Son contradicciones como la de la tasa de basura de Madrid las que alimentan la suspicacia de los votantes respecto a la idoneidad de éste Partido Popular como alternativa al socialismo de Zapatero.
Si el alcalde de Madrid va por libre y no acata la filosofía sobre impuestos en que el Partido Popular basa su batalla contra el gobierno, Rajoy y la dirección de su partido deberían alentarlo a que cambie de bando.
La pregresía de diseño del alcalde de Madrid, que tanto encandila a los del PSOE, tendría buena acogida entre los socialistas.
Los populares perderían un político insatisfecho porque solo es alcalde de la ciudad y, a cambio, no tendrían que costear las inacabables obras ornamentales con las que pretende auparse hasta la presidencia del Consejo de Ministros.
Como el armatoste de madera que los troyanos metieron entre sus murallas, Gallardón sería el más preciado Caballo de Troya para los populares, si persuadieran a los socialistas para que se lo queden.
Si Gallardón se fuera al PSOE y la Olimpíada se la dieran a Río de Janeiro, los madrileños estarían de suerte y Madrid podría volver a ser una ciudad cómoda, alegre, acogedora y habitable.