lunes, 24 de junio de 2013

CULPABLE, EL DIABLO



Los blogueros que no cobramos por lo que publicamos (porque lo que escribimos no valga nada o porque a nadie le sea rentable lo que escribimos), formamos una masonería ácrata y no férreamente jerarquizada como la tradicional.
   Damos opinión y consejo sobre todo lo opinable, siempre de manera desinteresada y siguiendo el ejemplo del maestro Quiñones, el que no sabia leer y daba lecciones.
   Reflejamos en nuestros comentarios las preocupaciones generales y, como parece que a la gente le intriga y casi preocupa qué los políticos sean, en proporción a su número, el gremio que más infringe la ley (salvo el de los ladrones profesionales reconocidos)  aclaremos la razón:
    Robar es tan malo como dar limosna es bueno por lo que si el compendio de todo lo bueno es Dios y el de todo lo malo el Diablo, robar debe ser una actividad de inspiración diabólica.
    Interpretar al Demonio es sencillo: basta con que miremos desapasionadamente (introspección lo llaman los redichos) a la parte diabólica de nuestra alma que, junto a la angelical, todos tenemos.
   Lo que más llama la atención es que lo malo que llevamos dentro es más entretenido que lo bueno.
   Descubriremos además estudiando la parte diabólica de nuestra alma que la tentación al mal es más acuciante que la inclinación al bien y que el Demonio no pierde su tiempo atrayendo a su culto a los malos sino a los buenos, cuya demonización estimule el cambio de los que se debaten entre el bien y el mal.
    El Demonio, que además de malo es listo, está más interesado en atraer al que parezca bueno que al que parezca malo y en sumar a su nómina a los más conocidos, para que influyan en los anónimos dubitativos.
   ¿Qué mejores apóstoles hay de la conveniencia de cambiar el culto a Dios por la adoración al Diablo  que los políticos?
   Excepto José María Aznar, todos los políticos españoles tienen apariencia angelical y, por muy malos que sean, seguirán pareciendo buenos.
    Todos ellos, por su posición social privilegiada, por su constante exposición a la curiosidad pública y por su permanente alusión a que súnico interés es el bien general los hace presas preferentes para el Demonio.
    Aclarada, pues, la causa de que el político sea el gremio con peor fama en España. Están endemoniados.