lunes, 11 de diciembre de 2017

LA ESPAÑA POLAR

No es que en tiempos de la oprobiosa dictadura escasearan chorizos, que haberlos habríalos tantos como en ésta democracia de chicha y nabos con la que, por el  nefando pecado de ser españoles, nos han castigado los dioses.
Pero por lo menos no te enterabas y ya se sabe que ojos que no ven, corazón que no sufre.
Dichosa edad aquella en la que todos los dioses delegaron todos sus poderes en un prudente varón que, para felicidad del pueblo a su cargo, impedía que se enterara de lo que pudiera entristecerlo y  pregonaba lo que sabría que lo alegraría.
Censura llamaron a ese prudente hábito los que, en cuanto se convencieron de que había muerto, se apresuraron a ponerlo tan de vuelta y media que hubiera sido imposible imaginar que era la misma boca que renegaba ahora de su memoria la que antes había ponderado sus virtudes.
Todos los habitantes de ese pais llamado España, en el que su población siempre ha estado partida en dos mitades, (moros y cristianos, patriotas y afrancesados, isabelinos y carlistas, barcelonistas y madridistas) acusan una nueva fractura: franquistas y antifranquistas, dictatoriales y demócratas.
Últimamente, esta España bipolar anda tan polarizada como desde que la tierra que ocupan sus habitantes es conocida por ese nombre.
Esta vez el desasosiego de todos lo motiva que una parte discrepa de lo que cree la otra parte de los habitantes de Cataluña, una región española en la que algunos de sus habitantes quieren no ser españoles y otros quieren seguir siéndolo.
En los tiempos antiguos, cuando la ballesta se consideraba una amenaza para la humanidad tan letal como ahora lo es la bomba de hidrógeno, la discrepancia se habría resuelto a garrotazos.
Pero eso ahora está mal visto.

Y, además, no sería democrático.