sábado, 1 de diciembre de 2018

CABIZBUBDOS Y MEDITABAJOS


Cabizbundos y meditabajos (¿o será cabizbajos y meditabundos?) los siempre desconcertados andaluces no daban pié con bola.
Les pasaba como a Cicerón cuando confesó que estaba tan en las nubes (nec quid consili capiam nec quid faciam scio) que no sabía qué decisión adoptar ni qué hacer.
Y es que el compromiso en que han puesto a los andaluces es de aúpa: tienen que votar mañana para decidir qué pandilla de las varias que intentan vivir a sus costas es la menos mala, porque buena no es ninguna.
Desde que se murió el que decidía por todos y así los libraba del engorro de apechugar con la culpa de señalar al sinvergüenza que les mandara, no han tenido que esforzarse demasiado.
Desde el principio confiaron el remedio de sus desgracias al PSOE  y, aunque digan que es el pueblo de la alegría, el optimismo y la grasia, los andaluces prefieren quedarse con lo malo conocido que aventurarse a lo peor por conocer.
Acostumbrados a someterse a los caprichos de todos los pueblos que a lo largo de la historia los han invadido, los andaluces han aprendido a esbozar un gesto sardónico que a sus opresores les parece sonrisa simpática.
Por eso, y como en todas las muchas ocasiones en las que ha confirmado al dueño que los manda o dado la bienvenida al amo que en adelante los mandará, mañana echaran en una caja una papeleta a la que llaman voto.
Y, sin que falte ni uno de los que voten, farfullará o pensará: “dame pan y dime tonto”.