martes, 8 de enero de 2013

COBRAR SIN GANARLO


     


La figura retórica conocida por sinécdoque se emplea para extender a la totalidad de algo las características de una de sus partes.
PermÍtaseme emplear el caso del telefonista del Samur como sinécdoque ilustrativa del carácter de todos los españoles actuales y de su manera de entender la vida.
Eludió la displicencia con que contestó a la angustiosa petición de ayuda de la amiga de una de las víctimas con la disculpa de que era chófer y no operador telefónico pero no dudó en aceptar el puesto cuando se lo ofrecieron, ni renunció al salario correspondiente.
El del operador del Samur, lejos de ser un caso aislado en España, parece lo habitual: aceptar el salario del empleo, pero sin asumir la responsabilidad por inepcia, descuido o error.
Si algún escrupuloso adujera que una golondrina no hace verano, seamos ornitólogos por un día e identifiquemos a otros pájaros de parecido plumaje:
Angel Acebes, Ministro del Interior, se enteró del atentado terrorista de Atocha que costó 200 vidas  cuando los trenes explotaron, permitió que se destruyeran pruebas e ignoró el robo sistemático de explosivos en una mina asturiana.
Felipe Gonzalez, presidente del gobierno: sus colaboradores montaron, sin que se enterara, una organización antiterrorista ilegal, una trama para financiar ilegalmente a su partido, nombró jefe de la guardia civil al delincuente Luis Roldán al que ayudó a huir con casi once millones de euros el colaborador de interior Francisco Paesa, que  le cobró 1.800.000 euros al ministerio por denunciar el paradero que facilitó la captura.
José Luis Rodríguez Zapatero: a pesar de que todos le avisaban que la crisis económica había estallado, siguió derrochando fondos públicos y endeudando al Estado hasta que instituciones y países acreedores y gobernantes extranjeros lo forzaron a adoptar medidas que, por su capricho, eran las más inadecuadas.
Miguel Angel Fernández Ordóñez cobró desde 2006 a Junio de 2010 un salario de 194.148 euros anuales y, desde entonces hasta su dimisión, 165.026 euros. Dimitió para poder seguir cobrando, durante los dos años que le quedaban de mandato, 11.000 euros mensuales. Si hubiera sido cesado por el gobierno, no los hubiera cobrado.
Salario más que injustificado, por no haber advertido como debería haber hecho, de la irreal tramoya que las cajas de ahorro y algunos bancos presentaban como balances.
Para no aburrir citando aves de plumas parecidas, aunque más lustrosas que las del del telefonista del Samur, sería oportuno mencionar a los presidentes Chaves y Griñan, así como a los consejeros que cobraron por enterarse, y no se enteraron, del latrocinio de los ERE.
Golondrinas veraniegas son  también tantos presidentes y vicepresidentes de Caja de Ahorro nombrados por sus partidos y sindicatos, que cobraban 313.000 euros anuales y, cuando se declaró la quiebra de la caja, adujeron que no devolvían el dinero cobrado porque no se habían enterado de las decisiones que causaron la ruina.