El resultado
del partido dr fútbol que perdió el equipo de España fremte al de Italia no
había necesidad de jugarlo porque antes de empezar ya estaba claro que los
italianos derrotarían a los españoles.
Un observador
atento se habría percatado de que la resolución belicosa con la que los
italianos entonabam desafiantes su himno les imbuía el fanatismo con el que
el contendiente quiere ganar al ya derrotado.
Bastaba
comparar el fervor italiano con la indiferencia con que los españoles
escucharon el himno de su Patria.
No lo
cantaban, y al no pronunciar las patrióticas promesas de su letra no se
autoestimulaban para ganar la confrontación, porque el Hinmo de España no tiene
letra.
Cantaron antes
del partido los italianos:
“Unámonos como
su ejército
preparados
para la muerte
preparados
para la muerte
Italia nos
llama”.
Así cualquiera
corre hasta la extenuación, se sacrifica, lucha, trampea al adversario y lo
aplasta, tanto en el campo de batalla como en un campo de fútbol.
¿Y los
españoles?
Como el himno
de su país no tiene letra, no pudieron gritarla desafiantes para
autoestimularse y amedrentar al adversario.
El partido no
fue más que una consecuemncia de las diferentes condiciones en las que los dos
equipos se enfrentaron: los italianos mordían y los españoles besaban.
Así que, para
que la selección española de fútbol gane campeonatos no necesita otros jugadores
o cambiar de tácticas.
Le basta con poner letra a su himno.
Una letra que,
por supuesto, amenace a moros, gabachos e ingleses que les van a comer los
hígados.