martes, 5 de mayo de 2009

POBRES COMISARIOS OLIMPICOS

En estos días en los que tan difícil se ha puesto encontrar trabajo, los parados de carácter apocado mendigan cualquier empleo que les ofrezcan.
Seguirán en paro. Porque, para encontrar trabajo, hay que ser audaz y no resignarse a las fruslerías mal pagadas que puedan ofrecer como una limosna los que, aprovechando la penuria ajena, aumentan la prosperidad propia.
Aunque solamente fuera como argucia táctica, el que busque empleo debería ser exigente y aceptar el trabajo solamente como favor al que quiera contratarlo.
Eso convencería al empresario de que, si no lo contrata, estará perdiendo una oportunidad, quizá única, de contar con el más valioso de sus posibles colaboradores.
Decía el clásico latino que, si hay que encomiar la belleza de una arboleda, que el bosque al que se cante sea digno de un cónsul.
Por eso, si alguien está buscando un empleo, que no se conforme con cualquier cosa y aspire por lo menos, y como favor desinteresado, a ser uno de los evaluadores de instalaciones y proyectos, comisionados por el Comité Olímpico Internacional para adjudicar los Juegos de 2016.
Evidentemente, es un oficio que exige grandes sacrificios y no poca humildad. Como ejemplo, las tribulaciones de los trece miembros del COI que andan ahora por Madrid. (Lo de andar es una forma de hablar, porque a todas partes los llevan en enormes coches).
Tienen que alojarse en un hotel de entre 535 y 806 euros la noche, aunque seguramente hubieran preferido uno más familiar que el Villamagna.
Sus entrevistas programadas con el alcalde, los príncipes, o el presidente del gobierno les impiden vestir cómodos pantalones estrechos y vistosas camisas amplias y, al final de la estancia en Madrid, sus estómagos les pasarán factura por tantas comilonas y cócteles.
Tienen que ir de la ceca a la meca--de Valdebebas a Alcorcón—sin compartir con los madrileños la agradable familiaridad tan excitante durante las horas-punta en el metro y siempre tienen que estar en guardia frente al peligro.
¿Que qué peligro? El de sucumbir a las tentaciones que los acechan, y se entere la prensa de alguno de los países que se quedarán sin organizar los Juegos de 2016.
Mucha prudencia, sacrificios e incomodidades se exige a los miembros de la comisión del Comité Olímpico Internacional que tiene la grave responsabilidad de adjudicar la sede olímpica de dentro de siete años.
Si fuera una tarea más placentera y agradecida, en vez de trece, serían trece mil sus miembros.