Fue emotiva la
intervención del Rey y lo fue su discurso para frenar la sedición de Cataluña.
Pero, ¿fue
oportuna?
Si a las
palabras del Rey Felipe VI hicieran oídos sordos los secesionistas catalanes y
sus líderes, ¿qué recursos le quedan a España para evitar lo que aparentemente es
inevitable?
¿Por qué el
gobierno de España permitió que el Rey y la Institución que encarna se
implicaran en el embrollo originado por la ineficacia de los gobiernos?
Presidente del
gobierno puede serlo hasta el más lerdo de los españoles, como ha demostrado la
historia española del último medio siglo.
Pero si Felipe
VI perdiera la corona porque ni su intervención inoportuna resolviera el
desafío catalán, ¿quién ejercería la Jefatura del Estado hasta que, en el
mejor de los casos, Leonor de Borbón pueda hacerlo?
Las tareas de
gobierno, en el régimen español, corresponden al Gobierno y su presidente, y las de la Jefatura del Estado al Rey, como
eslabón de la mutante jefatura gubernamental.
El presidente
que ahora tenemos los españoles cedió anoche al Rey la tarea de quemarse, que
le correspondía como Jefe del Poder ejecutivo, por naturaleza cambiante a
plazos fijos.
Rajoy permitió
anoche que la caducidad regulada de su Jefatura del Gobierno la asumiera el Rey
como Jefe del Estado.
Mal presidente
del Gobierno es el que mal gobierne, pero peor es el que permite que la
temporalidad de su mandato político recaiga sobre la perpetuidad de la Jefatura
del Estado.