viernes, 31 de octubre de 2008

ENEMIGOS DEL ESTADO

Si fuera cierto que el Estado somos todos, ¿cómo es posible que el Estado tenga enemigos?
Conviene aclarar esta aparente contradicción para, en caso de que lo tenga, librarnos cuanto antes del enemigo común.
Los que lo dirigen califican de enemigos del Estado a las personas o grupos que, activa y sistemáticamente, lo combaten.
Por lo general no son enemigos del concepto político del Estado, sino de la organización social y coercitiva que lo dirige y que quieren suplantar.
Se trata de reemplazar en el nombre de las calles a los de los prohombres de la estructura social estatal que pretenden derribar.
Pero una vez cambien los nombres y las efigies de los pedestales por las suyas, serán tan convencidos defensores del Estado-concepto como los defenestrados.
Generalmente, esos enemigos del Estado están perfectamente identificados por la burocracia y los cuerpos represivos de la organización estatal amenazada.
El Estado tiene, además, enemigos anónimos: los ciudadanos que, de manera fortuita o deliberada, infringen las leyes de que el Estado se dota para protegerse.
Es tan tupida esa coraza protectora que es imposible que ningún ciudadano no haya transgredido alguna ley alguna vez.
El Estado, consciente de que su supervivencia depende de la observancia de las leyes con que se acoraza, persigue de forma implacable a los infractores particularmente si, al violar alguna norma, privan al Estado de las aportaciones económicas que demanda.
El Estado arguye que recauda fondos de los contribuyentes para poder darles los servicios pactados por sus dirigentes en las campañas electorales: sanidad, educación, protección policial, justicia eficaz, comunicaciones, defensa frente a amenazas exteriores, protección del medio ambiente, etc.
Pero la más perentoria necesidad de todo Estado es pagar la nómina de su burocracia y de sus fuerzas coercitivas. Lo que sobra de esas partidas es lo que revierte a la sociedad como parte de los servicios pactados. El Estado nunca cump'le todo lo que promete.
Sondeos imparciales muestran el descontento de los contribuyentes por los servicios que del Estado esperan, y muchos lo acusan de que solo cumple su función recaudatoria.
Si esa impresión de los contribuyentes se acentúa, los ciudadanos rechazarán que el Estado seamos todos para, a continuación, ver a la estructura social estatal como algo ajeno a sus intereses primero y, finalmente, como una amenaza de la que protegerse.
Ese es el peligro que el Estado corre porque, si los ciudadanos se convencieran de que el Estado es su enemigo, la conclusión del silogismo sería evidente: los que el Estado define como sus enemigos son sus aliados.

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